12- Historia

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Amaris:

—¿Amaris? Amaris, ¿estás bien? —voz de una joven.

Mi vista está borrosa, no logro distinguir bien a mi alrededor, y me siento algo mareada. Recuerdo un dolor de cabeza inmenso, imágenes borrosas, sentir cómo mi temperatura corporal comenzaba a subir y finalmente quedar inconsciente. Volví a tener el mismo ataque de aquella vez.

—¿Amaris?

Mi vista empieza a mejorar y veo a Ben y Luciana a mi lado, con sus rostros preocupados.

—Ay... Chicos...
—¡Amaris, estás bien! —exclama alegremente Luciana.
—Te dije que estaría bien —dice Ben, y luego da un suspiro—. Amaris, es la segunda vez que te pasa. ¿Estás segura de que estás bien?
—No sé por qué me pasa esto...
—Tal vez debas ir a que te revise un doctor —comenta Luciana.

Aún me siento un poco débil. Ben parece darse cuenta y coloca su mano en mi frente.

—Parece que te dará fiebre... ¿Tienes algún medicamento?
—Dejé la caja de medicamentos en la alacena.
—Bien, iré a buscarla.

Ben sale de la habitación.

—... Luciana, recuerdo que antes de esto estaba con Hernán.
—Ah, bueno, a los segundos que te desmayaste él pasó por una situación similar.
—¿Cómo? —pregunto, extrañada.
—Dolor de cabeza, y al parecer fueron tan fuertes que terminó por caer inconsciente... ¿Sabes algo de eso?

Hernán dijo que al despertar no recordaba nada. ¿Él también experimenta lo mismo que yo? Si le pregunto no estoy segura de que quiera decirme.

—No... ¿Pero dónde está? —le pregunto.
—Sebastián lo está cuidando afuera.
—¿Qué? ¿Por qué no lo trajeron?
—Eh... Ben dijo que era inapropiado meterlo a tu casa —dice cruzada de brazos.
—... Ah. —Miro la habitación y veo lo desordenada que está—. Eh, lamento el desorden.
—¿Esto? Tranquila, mi habitación está peor. —Alza los brazos mientras sonríe.

Hernán:

Mi cabeza... Siento que soñé con ese maldito dolor. Es la tercera vez que me pasa y aún no logro descifrar esas malditas imágenes que aparecen. Abro los ojos, y veo que estoy sentado contra la pared.

—Despertaste.

Alguien me habla, y veo que es ese chico del arco. Está sentado en el césped mientras ve una de sus flechas.

—¿Te encuentras bien? Te ves un poco pálido —pregunta.
—...
—Me llamo Sebastián.
—El arquero.
—Bueno, al parecer la mayoría me conoce. —Vuelve a mirar su flecha—. Yo solo te conozco por tu nombre. Hernán, ¿cierto?
—... ¿Qué quieres? —pregunto con desconfianza.
—Solo intento ser amable, no tengo otras intenciones —responde.
—Esas cosas no funcionan conmigo.
—Lo acabo de notar. Emm, escucha, se me hace curioso que tú y Amaris sufrieran lo mismo casi al mismo tiempo, ¿no lo crees?
—Lo del tiempo fue coincidencia.
—¿Y el dolor también lo fue?
—...

No quiero seguir hablando con él, pero aún sigo algo mareado como para irme.

—Tú tienes algo que ver con el tema de la magia —me dice.
—Eso no es asunto tuyo —respondo fríamente.
—Tal vez, pero de ser así estamos en las mismas condiciones. Mira, te dejaré tranquilo, de seguro no quieres entrar. Recupérate.

Se levanta y toma el bolso de Amaris para luego entrar a la casa. Esperaré a que se me pase el mareo y después irme.

Amaris:

—¿Estás segura de que te sientes mejor? Te ves un poco pálida —me dice Luciana.
—De verdad, Luciana. En un rato se me pasará el dolor completamente —respondo.
—¿De verdad no quieres dejar el tema del libro para mañana? —pregunta Ben.
—Disculpen, vine a ver cómo se encontraba Amaris —dice Sebastián al entrar a la habitación.
—¡Sebas! Estoy mejor —respondo.
—¿Y Hernán? —pregunta Luciana.
—Está afuera intentando recuperarse. Vi que su estado físico no estaba muy bien, pero supongo que estará bien.
—Claro, y aunque quisieras ayudarle no va a dejarse —responde Ben de forma indiferente.
—... —Sebas desvía la mirada—. Bien... Amaris, ¿quieres que dejemos el tema para otro día?
—Le estaba preguntando lo mismo.
—Bueno, no creo que sea para tanto. —Coloco mi mano en mi cuello—. No tengo ningún problema en verlo ahora.
—Está bien —responde Sebas.

El Resplandor de la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora