- ¡Papá! ¡Qué sorpresa!
- Rita, querida, espero no molestar.
- Para nada, sabes que siempre serás bien recibido aquí.
El corpulento anciano entro no sin antes volver a abrazar a su hija, siempre era un gusto verla feliz, ver que la vida que había escogido parecía que le hacía estar plena, y no iba a negar que le encantaba la atención que recibía de sus numerosos nietos, por lo que siguió en calma a la mujer, sentándose en la sala observando al pequeño bebe rubio que se encontraba allí, observándolo con una mirada fija.
- Hola Leroy.
- Dah.
- Jeje, siempre tan atento.
Una pequeña caricia a la cabellera de este fue suficiente para que el bebe desviase la mirada, estirando sus brazos en petición de algo de atención de su madre quien llegaba a la sala con algunos bebestibles para su padre.
- Solo por curiosidad, ¿Y los niños?
- Bueno, la mayoría están en sus actividades o con amigos, yo me estaba tomando mi tiempo para descansar un poco y de paso mimar a mi pequeñín.
- Después de 12 intentos, 10 chicas, 2 chicos, pareciera que ustedes se pusieron de acuerdo con Lynn.
- Por favor papá, solo fue coincidencia.
- ¿Tener tantos hijos también?
- Bueno, eso no... en fin, ¿Qué te trae por aquí papá?
- Simplemente quería pasar a ver a mi hija, el asilo es un buen lugar, pero no hay como el hogar donde tu familia esta, incluso el ambiente se siente diferente.
- Siempre sabes que decir.
- Nunca me gusto decepcionarlos, ni a ti ni a tú madre.
- Cierto, mamá siempre fue feliz a tu lado, por más que te mandara a dormir al sofá tan seguido.
- Jejeje, no podía hacer nada contra esa mujer.
Ambos tenían una sonrisa melancólica en sus rostros, la madre de Rita era una mujer especial para ambos, siempre había mantenido el orden sin perder la sonrisa en su rostro, fue el mayor modelo de Rita y el amor de la vida de Albert, y aunque encontraba a su actual pareja alguien con quien compartir su vida, Lori, su esposa, siempre tendría un lugar en su corazón, Rita lo entendía y no iba a impedirle a su padre el reencontrar la felicidad, pero el solo recuerdo de aquella mujer endulzaba tanto como lastimaba el ambiente entre ambos.
- Me hubiera gustado que mamá conociera a sus otros nietos.
- Estoy segura que desde el cielo ella debe estar feliz observando y protegiéndolos a todos, así siempre fue ella, ella te amo demasiado, más que a nada en el mundo.
- Tú también papá, siempre has estado allí y lo agradezco.
- No podrían evitar que este cerca para protegerte, aunque el mismísimo diablo se opusiera a mí.
- Jajaja, ay papá.
- ¡Jajaja!
La estruendosa risa del anciano pudo escucharse por toda la casa, llenando el silencio de la casa más ruidosa del vecindario solo con la felicidad del anciano, algo que duro unos segundos hasta que el rostro de Albert tomo un aire más serio, mirando fijamente hacía su hija.
- Realmente... - Tomo en brazos a Leroy, posicionándolo suavemente mientras comenzó a arrullarlo con sus brazos. – Tal como este pequeño te tuve en mis brazos, te vi dar tus primeros pasos, oí tus primeras palabras, escuche tus primeros problemas, hice tantas cosas solo velando que fueran alguien feliz, y al verte ahora, yo... Rita, tú... ¿Eres feliz?
- Aun con lo difícil que son muchas cosas, - Comenzó a acariciar la cabeza de Leroy, lenta y suavemente con una de sus manos. – No cambiaria nada.
Aquella convicción, la mera sonrisa que su hija había esbozado al decir esas palabras, todo le hacía indicar que esas palabras eran sinceras, lo que esbozo una nueva sonrisa en el rostro del anciano.
- Entonces, hice buenas cosas en mi vida.
- Hiciste muchas cosas buenas papá.
- Solo hice una gran cosa cariño, - Deposito su mano en la mejilla – Y eso eres tú.
- Papá...
- Jejeje, perdona a este anciano, creo que hoy desperté algo sentimental, oye, ¿Tú crees que hoy pueda quedarme con ustedes?
- Claro, no creo que a nadie le moleste.
Después de eso la charla se volvió mucho más amena, contándose vivencias de ambos de los últimos días, algo a lo que sus nietos se fueron integrando a medida que volvían a casa hasta crear un pequeño grupo de risas por todas las cosas que había sucedido, algo que se extendió hasta la mismísima cena, una vez llego la noche, Albert estaba cómodamente recostado sobre el sofá que había sido adaptado para que el anciano pudiera descansar, momento en el que se despidió de su hija y se quedo solo, en silencio, observando algunas fotografías antiguas tomadas de él junto a su familia en los cuadros del salón, fijándose sobre todo en una pequeña fotografía sobre la chimenea, una donde él estaba, donde su esposa estaba a su lado, todos rodeando a una Rita recién embarazada.
- Ella es una buena mujer.
- Ni que lo digas.
- Podrá seguir adelante.
- Así es, tiene una gran y hermosa familia para eso.
A su lado, Albert pudo verla una vez más, su esposa, su gran compañera en el camino de su vida, sentada a su lado mientras le regalaba una sonrisa y tomaba su mano.
- ¿Te arrepientes de algo?
El anciano negó con la cabeza antes de darle un tierna sonrisa.
- Ya veo.
Siendo ese el momento donde ambos, después de tantos años, pudieron darse finalmente un nuevo beso, cerrando sus ojos tras eso, sabiendo que no los volvería a abrir.
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101 historias sin odio
FanficAntología de historias cortas y auto concluyentes sobre la familia Loud, solo que, como dice el titulo, son historias sin odio por la familia, sobre todo al pobre Lincoln quien ya parece saco de boxeo. - Portada hecha por @LSTBErT -