CAPÍTULO 7 ➤ Conociendo el Panteón.

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De camino a la taberna de "Mama Mia" se me ocurrió preguntarle a Bell algunas preguntas básicas de este mundo y él amablemente fue respondiendo las preguntas que sabía. Él me conto una pequeña historia de como los dioses y diosas bajaron al mundo de los mortales en este universo y decidieron convivir con los mortales, además, le comenté con brevedad que de donde venia no teníamos nada parecido a lo suyo con referencia a este maldito mundo de fantasía.

Bell me explico con brevedad que en el Gremio debía acercarme a un Asesor, y que con ellos obtendría las respuestas que él no me pudo brindar; además, me dijo que tendría que acercarme a uno de los asesores y que ellos me darían las respuestas que necesitaba saber sobre los asuntos de los aventureros y esas cosas.

Pero antes de que siguiéramos hablando ambos llegamos a la taberna, por lo que Bell sacaría una bolsa de moneda de su mochila y me la daría con derecho a devolución.

—Gracias —dije con una mano en su hombro mientras que en la otra sostenía la bolsa de monedas—. Hoy has salvado a un soldado.

Sonreí y nos dispusimos a entrar al establecimiento...

—¡Lo siento mucho, anoche me enojé y me fui sin pagar! —decía yo—. Aquí tiene el dinero.

Le extendí la bolsa con monedas a la mujer frente a mí y ella la tomó, diciendo:

—Me alegra tanto que vinieras a pagar la cuenta —dijo ella, para luego colocar una cara atemorizante que me estremeció hasta la medula y añadió—. Aunque... si no lo hubieras hecho, habría ido personalmente a cobrarte por la fuerza.

—Entiendo, gracias por el consejo, lo tendré en cuenta —fue mi respuesta, mi sabia respuesta.

«Jamás haré enojar a esta señora», incluso me dio escalofrió pensarlo.

Di media vuelta e íbamos en dirección a la salida, pero antes de que saliéramos de la taberna una camarera, la chica de cabello plata llamada Syr le traería una pequeña cajita (¿o lonchera?) con comida a Bell.

—Ten, el almuerzo —dice la camarera con claro sonrojo en sus mejillas, extendiendo la cajita en dirección de Bell.

—N-No, no puedo —él tartamudeo mientras daba una vil excusa para negarse a aceptar la hospitalidad de la pobre chica.

Fruncí el ceño.

«No jodas Bell, ¿cómo puedes ser tan imbécil de no darte cuenta que la chica te tiene más ganas que un pavo en navidad?», pensé entre molestia y burla mientras veía la interacción de Bell con la chica.

—Te pido que lo aceptes —le insistió la chica.

Le di un sape en la cabeza a Bell, diciéndole en voz baja.

—Acéptalo hombre, no te hagas el rogado.

Él se sobo el golpe que le di, y recibió la cajita con comida de las manos de la chica; y ella como una chica avergonzada por estar al frente del chico que le gusta, salió corriendo y se perdió del otro lado en la cocina de la taberna.

«Dios, que afortunados son algunos», suspire.

—Creo que le gustas —le dije.

—¿Eh?


Tres Doritos después. ...

Cruzamos la puerta del Gremio y fuimos recibidos por un amplio vestíbulo lleno de aventureros hablando entre sí, así como asesores detrás del mostrador hablando con dichos aventureros. Incluso, unos cuantos voltearon a ver a los recién llegados y escuche uno que otro murmullo de ellos hacia mí.

¿Está bien tener armas modernas en un mundo de fantasía?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora