CAPÍTULO 35 ➤ Sombras de dos mundos

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La oscuridad me rodeó como una pesada manta, pero poco a poco, la niebla comenzó a alejarse. Abrí los ojos lentamente, y lo primero que vi, fue un techo blanco. Al instante, sentí una punzada en mi cabeza, como si me hubiera golpeado un tren.

«¿Dónde estoy?», intenté moverme, pero mi cuerpo se sentía pesado y adolorido.

La habitación estaba en silencio, exceptuando el suave pitido de una máquina a mi lado. Intenté recordar, pero entonces... el dolor.

—Mamá... —logré murmurar, aunque mi voz sonó débil y quebrada.

De repente, la puerta se abrió y una figura familiar entró. Era ella. Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver a mi madre. Sin decir una palabra, corrió hacia mí, y me abrazó con una fuerza que solo ella podría tener.

—¡Dylan! —exclamó, su voz entrecortada por los sollozos—. ¡Estás despierto!

Sus brazos me apretaron con tal fuerza que sentí como si pudiera volver a sentir todo el dolor del mundo, pero también sentí alivio. Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, y por un momento, todo lo que había pasado pareció desvanecerse.

—Lo siento... —tartamudeé—. N-no quería... asustarte.

Ella se separó lo suficiente para mirarme a los ojos, su expresión de alegría se convirtió rápidamente en una de enfado.

—¿Qué te pasó, Dylan? ¿Por qué hiciste esto? —su voz temblaba, y cada palabra parecía cargada de amor y regaño—. Estuviste en coma... un mes. ¡Un mes entero!

El peso de sus palabras me golpeó con fuerza. Un mes. ¿Cómo era posible?

—Yo no... —intenté explicarle, pero no encontré palabras para expresarlo.

La verdad era que no sabía, no recordaba que pasó, como si un velo se estuviera interponiendo en mi mente.

—¡No! —me interrumpió—. ¡No puedes hacer esto, Dylan! ¿No sabes lo que podría haber pasado? Te podría haber perdido.

Su voz se quebró al final, y el sonido de su llanto me rompió el corazón. Nunca quise hacerle daño. Solo quería, ¿qué quería?

—Mamá, yo... —murmuré, pero ella me cortó de nuevo, esta vez con una mano en mi mejilla.

—No importa ahora. Estás aquí. Eso es lo que importa. Pero prométeme que no volverás a hacer algo así. No puedo soportarlo.

La mirada en sus ojos me hizo sentir pequeño, vulnerable. Me sentí culpable, y no sabía si podría reparar el daño que había causado. Pero mientras su abrazo me envolvía nuevamente, supe que haría lo que fuera para no volver a preocuparla así.

—Lo prometo, mamá. —susurré, sintiendo que su amor me daba la fuerza que necesitaba.

Y en ese momento, supe que todo lo que quería era volver a casa...

Mientras los días en el hospital pasaron y, después de despertar en esa fría camilla, mis recuerdos estaban dispersos como piezas de un rompecabezas, desvaneciéndose y volviendo a surgir sin aviso. Cada vez sentía que necesitaba recordar algo importante, pero no sabía que era.

¿Está bien tener armas modernas en un mundo de fantasía?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora