CAPÍTULO 38 ➤ El fin de una Aventura.

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Mientras Hermes se frotaba los moretones, todavía tenía esa mirada despreocupada que hacía hervir la sangre. Parecía ajeno al hecho de que acababa de recibir una paliza monumental.

—Todos estos fueron seleccionados especialmente por su servidor —dijo, señalándose con una mano mientras con la otra intentaba calmar el dolor—. Cada uno debería encontrar uno que se ajuste perfectamente a su talla.

—¿Porqué esto encaja tan bien? —murmuró Asfi, mirando el bikini que le había entregado Hermes—. ¿Cómo es que sabes nuestras tallas?

—¡¿Cómo sabes mi talla?! —gritó Mikoto, con el rostro rojo de la indignación—. ¡Solo nos vimos una vez!

Incluso Bell se unió al coro de preguntas, sosteniendo un bañador amarillo que Hermes le había entregado con una ceja levantada.

—Y, en serio, ¿cómo sabe mi talla? —susurró el chico, como si el bañador mismo pudiera darle una respuesta.

Fue Hestia quien rompió el incómodo silencio que se había formado, aparentemente olvidando el hecho de que Hermes tenía información que claramente no debería tener.

—¡No lo sé y no me importa! —dijo Hestia con entusiasmo—. ¡Vamos a disfrutar las aguas termales!

Las chicas se dirigieron a un lado del área para cambiarse, tratando de ignorar los ojos curiosos de Hermes. Mientras se alejaban, Asfi se giró hacia Ryuu y le susurró algo.

—Asegúrate de que no intente espiarnos mientras nos cambiamos.

Ryuu asintió, y su expresión se volvió seria cuando miró a Hermes. Podía apostar a que el dios no pasaría ni un centímetro sin que ella se diera cuenta.

—No te preocupes —dijo Ryuu, tranquilizándola—, ya tenía eso planeado. No voy a entrar yo mismo.

Asfi no se molestó en ocultar su alivio.

—¿Has oído eso, hombrecito enfermo? —le gritó a Hermes con el ceño fruncido.

Hermes, ignorando por completo el tono amenazante de Asfi, se volvió hacia mí con una sonrisa que definitivamente no presagiaba nada bueno.

—Ah, mi querido Dylan —dijo, fingiendo una disculpa—. Lo siento mucho, pero olvidé traer una prenda de tu talla.

Levanté las manos, casi agradecido por su falta de preparación.

—Está bien, señor Hermes. Puedo bañarme en ropa interior —dije, encogiéndome de hombros.

Noté que Ryuu, a lo lejos, se ruborizaba ligeramente al escuchar mi comentario. Hermes, por su parte, soltó una risa burlesca y me dio una palmada en la espalda.

—Así me gusta, chico. Ya sabes, "exhibiendo tus productos" para impresionar a las damas. ¿Entiendes lo que te digo? —dijo, con una sonrisa que me hizo desear que alguien le diera otra ronda de golpes.

—Sí... no, ya me siento raro. Mejor me baño en pantalón —respondí, intentando poner fin a la conversación.

Hermes se rio de nuevo y se giró hacia el pasillo por donde habían entrado las chicas, claramente esperando tener algún espectáculo. Pero Ryuu seguía allí, vigilante, lanzándonos miradas que dejaban claro que no deberíamos ni siquiera intentarlo.

¿Está bien tener armas modernas en un mundo de fantasía?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora