Abrí los ojos lentamente, sintiendo el peso de cada parpadeo. La luz que se filtraba a través de mis párpados tenía un tinte rojizo, como si la sangre se hubiera mezclado con la luz. Parpadeé varias veces, intentando enfocar mi visión, pero solo conseguí ver una figura borrosa a mi lado, que sostenía mi mano.
—¿Qué... qué demonios está pasando? —logré preguntar con una voz áspera, ronca, cargada de dolor. Apenas recordaba lo que había sucedido; todo era un caos en mi mente.
Intenté moverme, pero una oleada de dolor me atravesó el cuerpo. Estaba tirado en el suelo, sin camisa, cubierto de vendas que ya se habían empapado con mi sangre. Cada parte de mi piel ardía como si me hubieran echado ácido encima; mis manos estaban entumecidas, y el dolor en mi pecho y costillas hacía que respirar se sintiera como un castigo.
—Al fin despertaste, Dylan —dijo una voz familiar.
Me volví, y ahí estaba Hestia, arrodillada a mi lado. Su rostro reflejaba una mezcla de alivio y tristeza, como si el verme consciente la llenara de alegría, pero le recordara también la gravedad de nuestra situación.
—¿Quién... quién me trajo aquí? —tosí, el dolor en mi pecho me obligó a detenerme antes de continuar—. No recuerdo nada... todo es un borrón.
—No hables mucho —Hestia colocó una mano suave en mi hombro, como si su toque pudiera disipar mi dolor—. Ryuu te trajo. Ella me pidió que te cuidara. Hice lo mejor que pude, pero... tus heridas son graves.
Miré a mi alrededor, tratando de comprender dónde estaba. Parecía un refugio improvisado, un rincón de supervivencia. Aventureros de diversas Familias yacían heridos por todas partes; algunos descansaban, otros maldecían entre dientes, retorciéndose en su agonía.
El aire olía a sangre y sudor, un hedor pesado y metálico. Alrededor, tambiénhabía algunos cadáveres, aquellos que no habían tenido tanta suerte como yo.
«Espero que mis compañeros no hayan sufrido ninguna baja», me aferré a ese pequeño consuelo.
Intenté buscar a Ryuu con la mirada, pero no vi rastro de ella. La preocupación me golpeó con fuerza, haciendo que olvidara momentáneamente mi propio estado.
Hestia notó mi ansiedad y se apresuró a hablar.
—Ryuu... —su voz vaciló un instante antes de proseguir—. Ella volvió a la batalla, Dylan. Dijo que tenía asuntos que atender con el Goliat. Prometió que volvería cuando lo haya matado.
La sola mención del Goliat encendió una alarma en mi cabeza. Intenté incorporarme de golpe, pero el dolor me detuvo en seco, como si miles de agujas atravesaran mi cuerpo al mismo tiempo. Solté un gruñido de frustración.
—¡Dylan, no! —Hestia me sujetó, su brazo rodeó mi torso para evitar que me desplomara—. No puedes moverte en este estado. Apenas puedes mantenerte en pie. Si vuelves ahora, morirás.
—No entiendes... —espeté, luchando contra el nudo en mi garganta—. No quiero que mis amigos mueran, Hestia. No quiero perderlos como perdí a mi familia, como perdí mi hogar. ¡No puedo quedarme aquí mientras ellos luchan!
Hestia me miró, sus ojos llenos de tristeza y compasión, pero también de algo más: determinación.
—Si eso es lo que quieres... entonces esto te hará falta —dijo, sacando un pequeño frasco de su bolsillo y entregándomelo.
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¿Está bien tener armas modernas en un mundo de fantasía?
FanficNuestro protagonista, un tipo normal, nada ordinario, tendrá que sobrevivir y vivir una nueva aventura en un mundo donde el Calabozo está en el centro de la ciudad, Orario. El misterio lo rodeará desde su llegada, no sabrá quién o qué lo trajo a ese...