CAPÍTULO 9 ➤ Festival de los Monstruos.

625 94 15
                                    

Todavía estaba oscuro cuando me desperté, subí las escaleras y abrí la puerta secreta, todavía bostezando por haberme despertado tan temprano.

En mis manos llevaba una vela encendida y mi preciada mochila de paracaidista, y esta última, procedí a abrirla mientras me sentaba con las piernas cruzadas en el suelo, en el altar de la iglesia; luego empecé a vaciar el contenido en el medio del piso de madera.

—Quiero una escopeta —dije mientras recogía la pistola Beretta que había guardado anoche antes de ir a dormir. Tenía poco dos cargadores, cada uno con quince rondas de 9mm. Añadí mientras desarmaba, de forma inexperta, el arma en cuestión—. Mmm... No sé cuánto me lleve tener una escopeta, pero sé que me compraré una.

Al terminar de desarmarla, procedí a limpiar con un paño algunas piezas que se habían llenado de tierra; porque obviamente no quería que el arma se me engatillara mientras me encontrara en el Calabozo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Al terminar de desarmarla, procedí a limpiar con un paño algunas piezas que se habían llenado de tierra; porque obviamente no quería que el arma se me engatillara mientras me encontrara en el Calabozo.

—No tengo aceite para armas, pero tengo esto —decía mientras humedecía el paño en un vasito con aceite casero y procedía a lubricar algunas piezas de la pistola—. Que no se dañe, que no se dañe. Espero y no se dañe —repetía constantemente.

Y te preguntaras, ¿por qué lo estaba haciendo con aceite de cocina? Sencillo, porque no tenía aceite para armas, y tenía que conformarme con lo que tuviera a la mano.

Cuando terminé de aceitarla, procedí con mucha paciencia a ensamblar la pistola pieza por pieza. Pieza por pieza.

—¡Listo, terminé! —levanté la pistola.

Estaba emocionado, me encontraba feliz, contento, porque esta era la primera vez que desarmaba un arma y la volvía a armar por completo... espera, no, creo que faltó una pieza.

—¿Y tú donde carajos ibas? —hablé mientras colocaba el arma en el piso y tomaba con mis dedos el resorte que había sobrado—. Ay, que mala suerte la mía. ¡Siempre que me pongo a desarmar algo y cuando lo vuelvo a armas, siempre, siempre me sobran piezas! —estaba enojado, enojado conmigo mismo por haber olvidado el maldito resorte del arma.

Tras más de cinco minutos en desarmar la pistola una vez más, procedí a armarla otra vez, teniendo sumo cuidado de poner todo en orden esta vez y que no se me olvidara nada.

—Ya está —dije al finalizar.

Dejé la pistola a un lado y empecé a revisar el inventario, el cual consistía en: un cinturón táctico de tela, la mochila de paracaidista, una pistola Beretta, un pequeño subfusil UZI, sus respectivos cargadores (los cuales estaban descargados, sin balas), un cuchillo, y por supuesto, el legendario machete.

Me di cuenta de que necesitaba algunos suministros importantes, como comida enlatada (aunque aquí no la había), algunas cajas de balas y, por supuesto, un botiquín para los primeros auxilios por si me llegase a cortar o a herir cuando me encontrara allá abajo, en el Calabozo.

¿Está bien tener armas modernas en un mundo de fantasía?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora