Capítulo 15

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Anaís

«Incluso cuando sabemos que el amor duele nos enamoramos».

¿Qué esperaba después de aquel encuentro íntimo que tuve hace apenas dos horas con Kevin? ¿Qué estaba sucediendo en su cabeza que ahora mismo él estaba en el puente de mando?, supongo que haciendo nada porque el Ángelo seguía anclado donde lo dejó, y yo perdida en la cubierta superior mientras miraba a un punto fijo

Si antes solo quería probar sus labios ahora quiero todo lo que me dio y más, pero no podía ser egoísta, al menos no en esta situación, no con él.

Tenía claro que él quería repetir y yo también o al menos así me hizo entender después de nuestro primer encuentro, el cual fue la sensación de mis miedos de volver a estar con algún hombre, quizás él era la cura, pero también me acabo de dar cuenta que podía ser el detonador que me iba a destrozar si al final cada uno tomamos caminos separados. Al fin y al cabo, había abordado el Ángelo por él.

Empezó a anochecer y yo fui a buscarlo, tenía que dar ese paso que quizás él no iba a dar porque se había bloqueado o porque ahora pensaba con la cabeza y no con el deseo. Y decidió darnos ese espacio que yo desde luego no necesitaba, pero él sí.

—Huele bien— dije al entrar en la cocina. Estaba preparando la cena, hace más de hora y media que lo oí entrar aquí.

—Gambas al ajillo y he cocinado patatas las cuales luego saltearé con mantequilla y romero.

—Mm... qué hambre me dio.

Me sentía avergonzada por nada, porque cuando estaba bajo él no me sentía como ahora.

No voy a cambiar eso, no con él.

—¿Está todo bien entre nosotros? — pregunté con miedo a la respuesta y él apagó el fuego y se acercó a mí.

Pasó sus manos sobre mis caderas y se me erizó la piel.

—Lo estamos— susurró e inclinó su rostro hacia el mío y me besó.

Fue un beso rápido, pero también ardiente.

—No me arrepiento de nada, rubia.

Asentí aliviada, aunque el corazón retumbaba contra el pecho.

—Es más tengo tantas ganas de repetir que mañana mismo pondré rumbo a Francia. Necesitamos condones.

Me reí.

—Pervertido.

—A su servicio— contestó y luego lo besé yo.

¡Jo, ahora me sentía muchísimo mejor!

Entre risas lo ayudé en la cocina y nos preparamos una cena decente y exquisita. Encendí dos velas que dieron a la cena un ambiente más romántico y entre confesiones me enteré de que su madre falleció y que su abuela la cual también falleció hace unos meses era lo que más quería.

—¿Te gustaría conocer a la familia de tu padre? Es decir, ¿él nunca te habló de ellos?

—Sí que me habló de ellos, pero nunca me dio esa oportunidad de conocerlos o quien era ellos a excepción de que me dijo que mi abuelo era un hombre muy adinerado.

—¿Y no pensaste en buscarlos por tus propios medios? Es decir, si tu abuelo fue alguien adinerado me imagino que esa fortuna también le pertenece a tu padre y ahora a ti y al estar pasando por momentos difíciles creo que ellos te pueden brindar ...

No dejé que acabara porque no era necesario—. No, después de la muerte de mi padre no quise conocer a nadie. Al verme en el funeral sola, juré que yo también acabaría sola. No necesito de ellos.

Treinta días para enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora