Capítulo 28

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Anaís

En algún lugar en el océano Atlántico 10:30 A.M.
Supongo que Kevin siempre había orquestado su vida cuidadosamente o al menos así me lo hizo ver, en cambio yo era un extra añadido a su vida sin ser invitada al principio. Como sea, a mí me estaba gustando el cambio que había obrado todo exclusivamente para mí. Las molestias que se había tomado conmigo y por lo que ahora somos (cosa que aún me cuesta creer, pero cierto) me llevan a quererlo aún más y no sé si este sentimiento que tengo por él tendrá algún límite. No sé, yo creo que no, porque cada minuto es una elección nueva a su lado.

Día 25

En alta mar y con la brisa mañanera, estaba tendida en su cama y con las preciosas vistas que regalaba su habitación situada en proa.

Habían pasado diez días intensos desde aquella mañana del último día que pasamos en Grecia. Aparte de ponerle yo misma un punto final a Kiara, también le puse un punto y final a mis pesadillas. Me di cuenta de que todas las que estaban pasando por la misma situación que yo lo habían superado y dejaron marchar esos sueños indeseados frutos de nuestros miedos y traumas. Y yo con ayuda de Kevin lo hice, tuve esa última crisis donde reviví todo y después solo quedó una luz cegadora y desde entonces no hubo más pesadillas, no más llantos en sueños.

A cinco días para llegar a Barcelona y estoy que me como las uñas porque no sé qué me espera después de llegar a nuestra ciudad. Aunque Kevin me asegura constantemente que después de lo que pasó entre nosotros él no estaba dispuesto a soltarme. ¿Y saben qué? Eso me asusta, mucho, porque no sé si realmente me empezó a amar después de estos días transcurridos. No sé si lo que siente por mí es amor de verdad o solo cariño y deseo.

En cambio, yo, no hubo día que no le dijera alto y claro que lo amaba, pero él me respondía con una cariñoso beso y una sonrisa y en algunas ocasiones acabamos haciendo el amor.

¿Y si aún no la ha olvidado? ¿Y si al final se da cuenta de que no quiere seguir a mi lado? ¿Y si...? ¿Y si...? Esos «¿y si...?», son la peor tortura que puede haber en una relación. Y para mí lo eran. No quiero presionarle porque nuestra historia no sé la merece. Pero por el bien del cuento de hadas que me regaló estos últimos días a su lado necesito saberlo... ¡Uf!... necesito saber si me ama tanto como lo amo yo, o solo es cariño lo que siente por mí.

—Nuevamente pensando— su voz me sobresaltó en medio de la cama.

—Quieres hacer más ruido cuando pisas. Me asustas— me llevé la mano al pecho. Mientras él sonríe.

—Estabas tan sumergida en lo que sea que estabas pensado que no escuchaste cuando te llamé antes de llegar al camarote.

—Lo siento— me tapé los ojos y este se tumbó encima de mi pecho. Me encanta pasarle la mano sobre su sedoso cabello negro.

—No lo sientas y dime en qué estabas pensado.

—En ti. Como siempre, en ti.

—Eso me gusta. Aunque también no me gusta que te comas la cabeza por lo que pueda pasar dentro de esos cinco días. Yo ya te lo dije, no estoy dispuesto a soltarte y perderte la pista.

—Kevin, yo...

—¿Qué, mi rubia?

Me ponía nerviosa cuando me llamaba «mi rubia».

—Cinco días. Solo cinco días para volver a la realidad.

—Soy consciente de ello. A mí me espera una lista interminable de reuniones.

—Pues a mí me espera un banco que atender si es que ya no se ha llevado mi casa, buscar un nuevo trabajo, ah, y buscar un nuevo piso. Claro si es que encuentro algo sin contrato de trabajo porque me queda claro que mi antiguo empleo ya estoy más que despedida.

—Eso no debería asustarte.

—No me asusta, solo me preocupa.

—Buscaremos una solución. Ya verás.

Quería decirle que lo que realmente me asustaba era lo que teníamos los dos. Si estar conmigo en tierra era porque así lo quería porque me amaba o para cumplir conmigo.

—¿Me amas? — solté de sopetón y contuve la respiración. Dejé de acariciar su pelo y mantuvimos un silencio inusual.

Daría cualquier cosa por leerle la mente ahora mismo. «Por favor, que me ame, que me ame»— cerré los ojos con el corazón latiendo tan rápido que llenó ese silencio en el que aún seguíamos.

—Se necesita más valor para el amor que para la guerra, Kevin— volví abrir el pico después de unos intensos minutos en silencio, repitiendo sus mismas palabras—. Soy consciente que soy una gran guerrera en el amor.

Sigue sin decir nada y yo me vuelvo a armar de valor y sigo hablando porque si no lo hago me ahogaré con ese silencio.

—Se que te gusta ser mi Superman y a mí me encanta que lo seas, pero necesito mucho más que un héroe, de ti necesito mucho más y no quiero presionarte, ser tu novia estos últimos días ha sido la mejor experiencia que pude vivir y que no me esperaba al embarcar en tu yate. Me conformaba con unas vacaciones gratis con el tipo que me robó el aliento en el puerto de Barcelona.

Habíamos llegado a una encrucijada, y quería saber qué camino íbamos a tomar, creo que cualquier mujer con dos dedos de frente lo quería saber, ¿no?

—Rubia, eres la chica que quiero tener todos los días en mi cama y eres la mujer que quiero tener en mi vida— dijo al fin y dejé un poco el aire que colapsaba mis pulmones y seguí escuchando lo que estaba dispuesto a decirme, aunque no tenía altas expectativas. Creo que estos días lo llegué a conocer y Kevin no es de regalar los oídos—. Me encanta cada vez que me buscas con esa mirada azul y me gusta que seas tú, que eres tú la que está conmigo. Estos días entendí que el amor debe llegar por accidente, en silencio al principio y con ruido al final, tal como llegaste tú a mí. Y eso es lo que más me encanta de nuestra relación. Y si me lo permites... me gustaría que escucharas mi declaración de amor cuando sienta que es el momento y este seguro de ello y te prometo que ese día lo diré alto y claro.

Estaba llorando sin querer y asentí en medio de su camarote y teniéndolo sobre mi pecho, pasó su mano sobre mi cintura y luego continué con lo que había dejado de hacer. Acariciar su cabello.

 Acariciar su cabello

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Treinta días para enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora