Capítulo 39

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Anaís

Si pudiera decirle la verdad todo sería más fácil. Si pudiera decirle que lo amo más que a nada en el mundo y que para mí fue necesario conocerlo para conocer lo que es amar de verdad, estoy segura de que mi tormento acabaría.

Tomé asiento en el copiloto y él arrancó su lujoso coche y el olor de su perfume y a caro impregnaba mis fosas nasales y me sentí mejor. Las náuseas desaparecieron y cerré los ojos mientras él puso la marcha y condujo.

—¿Quién es él?

—¿Estás celoso?, creo que había dejado claro que entre tú y yo no hay nada. No entiendo porque le dijiste que eras mi novio.

—Porque lo sigo siendo, recuerda que la decisión que tomaste tu sola, es solo tuya, no mía. Además, si quieres que deje de ser lo que hemos sido durante días, solo tienes que darme una razón coherente y me alejaré de ti. Pero no me vale eso de que somos diferentes.

Guardo silencio.

—Y si sigues sin decir nada al respecto, entenderé de que sigues siendo mi pareja.

Quería sonreír y gritar de felicidad. Decirle que seguir siendo su pareja era lo que más me gustaría.

—Sigo esperando que me digas quien es ese tipo.

—Es el hijo de mi vecina. La anciana con la que me quedo mientras ahorro para mudarme a otro piso.

Me mira y luego vuelve su vista hacia la carretera.

—Todo podría ser fácil si me dijeras la verdadera razón por la que te alejas de mí.

—¿Por qué piensas que hay una razón? Puede ser que me he alejado de ti porque me di cuenta de que no era amor lo que siento por ti.

Parecía estar en guerra con esas palabras que acababa de pronunciar.

—En ese caso todos los días que has estado conmigo has estado mintiendo. Es decir, serías una mentirosa sin principios, una persona malvada.

Paso saliva con dificultada.

—Pero sé que no eres nada de eso. Tus labios decían lo que tus ojos me demostraban.

Cerré los ojos presionando los labios y dije lo que mi boca no quería decir.

—Deberías de lamerte las heridas que te dejamos Kiara y yo y seguir adelante.

Joder, quería llorar por lo que le había dicho, lo estaba hiriendo de nuevo. Y él no se lo merecía.

—¿Eso piensas?

—Sí, creo que es la mejor opción que tienes ahora mismo.

—Vaya, me estás haciendo daño para seguir alejándote de mí.

—Ya estoy lejos de ti... Kevin, por favor, tú y yo...— me interrumpe alzando la voz.

—Tú y yo somos la excepción de un amor que necesitaba renacer. Tú y yo somos las piezas rotas por otras personas y que ambos nos unimos. ¿No lo ves?

La intensidad de sus palabras fueron como si me hubieran lanzado contra la pared. Su desesperación para complacerme me pareció demasiado impactante

—Para el coche— le pedí a punto de destrozarle la tapicería de su vehículo.

Me llevo las manos a la boca y cuando se detiene salgo disparada y vuelvo a vomitar, pensé que ya lo había expulsado todo.

Sus manos agarran mi cabello como hizo antes y la verdad que ese detalle hace que sienta una sobrecarga sensorial tanto emocional como física.

Treinta días para enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora