Capítulo 25

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Kevin

Había abierto una brecha entre ella y yo. Jamás pensé que esa reunión iba a lastimarla tanto y eso que solo la quería proteger después de que los treinta días acabaran. Pero parece que no supe hacer las cosas como era debido.

Día 13
—Buenos días— saludé la mañana del día trece de nuestro trayecto. Había pasado el día de ayer en silencio y creo que después de que me gritara se merecía que le diera su espacio. La había cagado, pero insisto que mis intenciones eran buenas.

—Buenos días— intenta alzarse de la cama que compartió conmigo pero que se mantuvo lejos de mí, pero le rodeo mi brazo sobre su cintura y hago que caiga sobre el colchón y la acorralé contra mi cuerpo.

—Perdóname, ¿vale? No tenía ese derecho de investigarte y menos hacer que los conozcas sin saber quién eran antes. Pero se dio la casualidad de que eras la prima de Kiara y me quedé tan sorprendido y pensé que era una gran oportunidad, dejarlo todo al alzar, es decir que los conocieras por accidente, pero no me di cuenta de que estaba mal hasta que te vi llorar. Lo siento, rubia.

No dijo nada, solo me mira a los ojos y se le dilató la pupila dejando un fino iris azul a su alrededor.

—Anaís...

—Te perdono. Sabes que te perdonaré siempre, Kevin.

Se me ensanchó el pecho de alivio y la besé.

—Pero prométeme que no volverás hacer nada de lo que has hecho. En serio no quiero a la familia de mi padre porque aprendí que no se necesita de nadie, al menos no los necesito a ellos. Estoy bien estando sola.

—Pero yo no quiero que estés sola. Eres una buena persona y mereces estar rodeada de gente.

—Lo estaré algún día. Cuando conozca a mi esposo y tenga un equipo de fútbol con él a los que llamaré hijos y me amarán para siempre.

Eso hizo que me imaginara a Anaís casada con otro hombre y formando una hermosa familia. Una que la harán feliz y ella a ellos.

—Te mereces a ese marido que te ame más allá de la luna y que te llene la casa de hijos. Vuestros hijos.

Pero ¿por qué me molestó pensar que otro podía ser feliz a su lado y...?
Sacudo la cabeza y me alejo de ella. Poniendo distancia y luego se incorporó y me miró.

—Llegará ese día. Estoy segura.

Eso fue lo último que dijo y se marchó a bañarse.

Escuché como el agua recorría su cuerpo y caía sobre los azulejos, ella estaba soñando con una vida creada por ella misma y yo estaba soñando con verme a su lado, pero sin saber de qué forma quería estar. Y esa idea se clavó en mi mente precisamente cuando dijo que «Cuando conozca a mi esposo y tenga un equipo de fútbol con él a los que llamaré hijos y me amarán para siempre».

Sacudo la cabeza nuevamente y pienso en ella y a la vez en Kiara, pero Anaís hace sombra por los recuerdos que tenía de su ahora prima.

Abro la puerta del baño y me desnudo mientras el vaho del agua caliente me da la bienvenida y entro con ella, me observa al verme junto a su lado y algo me dice que estaba esperando por mí.

La rodeé por detrás y paso las manos sobre sus caderas y su vientre. Me detengo ahí y le beso el cuello, bajo por sus hombros y me vuelvo a instalar en el hueco de su cuello y digo.

—Se necesita más valor para el amor que para la guerra. Ayer me dejaste claro muchas cosas cuando me gritabas a todo pulmón que solo quieres que nos follemos, cuando sé que no solo quieres sexo conmigo. Quieres algo más, algo que no estoy seguro si podré darte pero que quiero intentar. Eres mi amiga, la que me folla y follo, pero también quiero ser únicamente tuyo. Al menos si no quieres dejar entrar a nadie de tu familia a tu vida, permíteme que yo sea solo tuyo y tu solo mía.

Se giró entre mis brazos y le pedí que volviera a darme de espaldas y que me dejara acariciar su vientre bajo el agua.
Ella obedeció y seguí hablando mientras chorros de agua caliente caía sobre nosotros.

—No te prometo ser perfecto, pero daré lo mejor de mí.

—Pero tú la amas a ella.

—Solo necesito ese empujón para dejar de amarla.

—Kevin... te prometí que no me enamoraría de ti. Yo ya sé que esto tiene una fecha de caducidad.

—Tú sabes muy bien que nunca pensaste cumplir esa promesa. Y sí, supongo que todos tenemos una fecha de caducidad. ¿No?

Sonrió y dijo:

—¿Estás seguro?

—Ajá.

—Me dijiste hace unos días que mi mirada era muy bonita y que no lo olvide nunca. Pues ahora mírame a los ojos que tanto te gustan y dime que soy para ti. ¿Qué pasaría si me fuera y no me volvieras a ver nunca más?

Hago que esta vez se gire y nos miramos a los ojos.

—Pasaría que no podría dormir como lo llevo haciendo desde que estoy a tu lado. Pasaría que te extrañaría, echaría de menos como te metes en mi cama por las mañanas y como te volviste inseparable de mis sábanas. De mi piel. Te extrañaría muchísimo, rubia.

—Ayer mirabas a Kiara de una manera que me dolió muchísimo.

—Lo siento mucho. A partir de ahora tendré ojos solo para ti. Me olvidaré de ella porque ahora tengo a la mujer más especial que dejé entrar en mi vida y con el paso de los días serás y ya eres el centro de atención de mi vida.

—Tus palabras me asusta.

—¿Por qué?

—Porque temo creérmelas y que al final tú y yo decidamos tomar caminos separados al desembarcar. Que todo te desborde y huyas.

—Al menos de mi parte no sucederá.

—De la mía tampoco— me sonrió.

—Entonces, ¿tú y yo somos pareja?

Asintió arrugando la nariz.

—Oficialmente.

—Anda, ven aquí mi celosa— la estrujé entre mis brazos y acabamos haciendo el amor como animales en esa ducha.

No sé si es pena lo que sentí en aquel instante cuando acepté a mí mismo y decidí tener algo con ella, o realmente no me la puedo imaginar haciendo su vida con otro cuando conmigo puede tener un increíble futuro. Quizás con los días lo tenga más claro, pero ahora mismo solo quiero dejarme llevar por mi instinto y que ninguno salga lastimado.

 Quizás con los días lo tenga más claro, pero ahora mismo solo quiero dejarme llevar por mi instinto y que ninguno salga lastimado

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Treinta días para enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora