Epílogo

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Un mes después...

En algún lugar del océano Atlántico, 10:00 a.m... abordo del Ángelo.

Anaís

Que la vida siga sonriéndome como lo ha hecho este último mes, que mi corazón siga así de ilusionado como lo estaba ahora mismo mientras estaba a punto de llegar a Grecia para darle el sí quiero a Kevin. Él, yo y mis dos meses de embarazo estamos a punto de vivir otro momento importante en nuestras vidas.

—Rubia— la voz de Kevin me llama mientras mi cuerpo estaba entre el burbujeante baño de espuma en el jacuzzi—. Oh, nena— dice al verme desnuda.

—¿Te unes, capitán?

—Voy a anclar el barco, y vuelvo— me deja con una carcajada en la garganta y se va a pararlo todo para estar como de costumbre dentro de mí. Y yo estoy más que encantada que sea el único que habite en cada esquina de mi cuerpo.

No le doy tiempo a volver porque salgo en su busca y lo veo en el puente de mando y desnuda se enloquece. Llevaba un sobrero de capitán.

—Quiero que el capitán me castigue en el puente de mando.

Mmm...
Ya os podéis imaginar lo que pasó.

El día de la boda.

Nuestra boda era sencilla e íntima. Acudió las personas más cercanas.

—Yo, Anaís, te prometo a ti, Kevin que te amaré y respetaré todos los días de mi vida. Sí, quiero.

—Yo, Kevin, te juro a ti, rubia, que te cuidaré, te amaré y te respetaré todos los días de mi vida. Porque para mí treinta días para enamorarse fueron más que suficientes. Sí, quiero.

Ese día... marcó un antes y un después en mi vida. Me había convertido en la mujer de Kevin Halcón. Y él en mi esposo. No había nadie que me podía entender mejor como lo hacía Kevin.

La luna de miel.

Habíamos decidido recorrer el mismo recorrido que hicimos por treinta días y revivir todos y cada uno de los momentos plasmados, solo que estaba vez siendo marido y mujer.

—¿Sabes lo que me apetece ahora mismo?

Él negó excitado después de quitarme el vestido de novia.

—Quiero que me pongas a cuatro patas y me enseñes que el sexo sigues siendo maravilloso contigo.

Así que me expuse a él y toqué la gloria cuando empezó a acariciar la curva de mi espalda y bajando hasta instalarse en mi sexo el cual estaba más que húmedo. Estaba palpitante, preparado para él.

—Joder, nena estás chorreando y me encanta ser el causante.

Las vistas de proa siguen siendo las mejores del Ángelo y sentirme cómo me hacía sentir con sus dedos en nuestro camarote era perfecto.

Primero introduce un dedo y yo jadeo, después mete un segundo y arqueo la espalda y cuando mete un tercer dedo ya grito de placer. Joder, eso era lo que me estaba haciendo joderme, pero maravillosamente bien.

Con la otra mano me da una nalgada y sigue dilatando la apertura de mi sexo, yo sigo gimiendo como si no hubiera un mañana y como siga así me corro en cero coma.

—Ni se te ocurra acabar tan rápido— me advierte.

—Si sigues así no tardaré mucho.

—Quiero que te corras conmigo.

Entonces saca su miembro escondido bajo el esmoquin y me penetra tan dentro que siento como mi cuerpo se alegra de verlo. Me embiste y yo lo aprieto aún más. Siento como pone la cabeza hacia atrás y jadea.

Treinta días para enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora