Capítulo 18

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Kevin

No me siento responsable de todo lo que le ha pasado, pero si me siento enojado por todo lo que ha tenido que soportar. Quizás el hecho de estar acostándonos es lo que me hace sentir como me sentía ahora y solo quería hacerla sonreír, que el hecho de ser el único tío con el que ha vuelto a estar después de años hace que la trate con más delicadeza con la que quizás no la hubiera tratado si no hubiera visto con mis propios ojos como se retorcía en esas pesadillas, mientras gritaba con dolor cosas que no podía conectar con otras.

—¿Me quieres contar lo que soñaste esta vez? — pregunté con miedo a su respuesta. Porque en verdad quería saber todo de ella.

Ella le volvió a dar otro sorbo al vino y asintió.

—Me violó, y no una sola vez. El sexo debe de ser con el consentimiento de ambas partes involucradas— guardo silencio mientras cerraba el puño derecho sobre la mesa. Ella miró mi mano y después pasó la suya sobre la mía—, llegó un momento en el que me acabé acostumbrando a su sexo animal, a sus mordidas cada vez que me pegaba contra la pared y me rompía la ropa— parecía entera hablando de ello y eso hizo que me sintiera orgulloso de ella—. Pero tú me demostraste que ese acto tan íntimo es maravilloso.

—Anaís yo no soy como ese tipo pero tampoco soy perfecto. Entre tú y yo están pasando cosas, es innegable eso, pero son temporales. No quiero que sufras por ilusiones que no harán más que lastimarte. Te lo digo por experiencia.

Anaís

—¿Temes a que me enamore de ti?

Asintió presionando sus labios.

—No me voy a enamorar de ti— dije en contra de mis sentimientos. No voy a arruinar todo esto que se está dando por lo que siento.

—Rubia...

—Te lo prometo— dije y guardó silencio moviendo la cabeza.

Le acabo de hacer una promesa que sé que no podré cumplir porque ya estaba enamorada de él.

Al rato Kevin puso música y bailamos muy pegados, me mantenía contra su cuerpo mientras nos movíamos al son de la melodía. Su respiración chocaba en mi rostro y yo me sentía llena de él, completa y volando en secreto. Él no quería que yo me enamorara de él, pues no tiene por qué saber que mis sentimientos existen prácticamente desde que me subí al Ángelo.

Al recoger la mesa donde habíamos cenado y mientras ponía los platos en el lavavajillas, él me acorraló contra la encimera de mármol y me hace sentar sobre esta mientras su cuerpo me prohibía hacer cualquier movimiento. Sus labios se posaron sobre los míos y sus manos calentó mi piel. Sus caricias eran suaves y seguras, en cambio yo cerré los ojos y gemí por la vibración que empezó a propagarse desde mi entrepierna recorriendo todo mi cuerpo.

Mordió mi labio inferior y tiró de él mientras hacía que abriera los ojos y encontré como su mirada oscura me contemplaba. «Te amo, te amo»— quise gritarle en aquel instante cuando lo descubrí mirándome de esa manera que él sabe.

Y segundos después, sin añadir nada más que esa mirada, lo hicimos. Me hizo su niña porque así lo sentía, aunque él no lo veía. Me hizo su mujer porque no lo seré de ningún otro, aunque él no sea consciente de ello. Y me hizo la persona más feliz de mundo porque él me enseñó a serlo sin darse cuenta.

Sinceramente no sé si podré ocultar mis sentimientos tanto tiempo. Aunque se lo haya prometido.

Día 8

Pronto fue amar a alguien que no sabía quién era y que solo vi por unos minutos. Precipitado fue lanzarme de cabeza a una aventura que desconocía su final después de haber sufrido a manos de un hombre. Y arriesgado terminó siendo cuando prometí no enamorarme y la realidad era que ya lo estaba.

Después de varios encuentros íntimos en la cocina, cada uno acabó en su camarote y a la mañana siguiente lo estaba despertando como hice desde el primer día que nos acostamos.

El simple hecho de no compartir camarote hace que marque una línea imaginaria para que el apego que empezábamos a tener no sea tan fuerte. Quizás para él es la mejor manera de que la ausencia esté presente al menos en las noches y que no nos acostumbremos a estar tan apegados. No sé, quizás haya otra explicación, pero a mí solo me sé me ocurría esa.

—Estos días duermo como nunca— susurró al sentir mi cuerpo bajo sus sábanas. Aun con los ojos cerrados me abrazó con fuerzas a su cuerpo caliente y yo me sentí como en casa.

—¿Cuál era el problema de tu insomnio? Aparte de los fantasmas y demonios que te rondan — pregunté.

—Muchas cosas en la cabeza que llegaban a mí en la oscuridad de la noche.

—¿Y ella era una de esas cosas?

Se lo pensó antes de contestar.

—Sí, supongo que ella era el principal motivo.

—¿Y ahora que ha cambiado?

No contestó.

—¿Que ha cambiado Kevin?— volví a preguntar.

—Tal vez la distancia este haciendo efecto.

La que guarda silencio soy yo. Tenía la esperanza que dijera que yo era la causante y que la estaba olvidando. Pero eso no era posible, ayer hizo prometerle que no me enamoraría de él y eso quiere decir que él nunca lo estará de mí.

—La próxima semana compraré la parte de sus acciones. Era lo último que me unía a ella.

Mi corazón se saltó un latido aunque ya conocía esa noticia al oírlo aquel día cuando habló con ella.

—Por eso, tú y yo tendremos tres días increíbles en Grecia.

Me tensé, pero no porque iba a estar en Grecia con él, sino que la tendría que ver.

—¿La verás?

—Estarán sus abogados.

Me llevé la mano al pecho.

Se hizo el silencio y no volvimos a hablar. Al cabo de unos minutos noté como su respiración era relajada y pausada. ¡Se había quedado dormido!

Y entonces cerré los ojos y me volví a dormir mientras el sol brillaba fuera con intensidad y traspasaba levemente las cortinas corridas por las grandes ventanas de su camarote.

Y entonces cerré los ojos y me volví a dormir mientras el sol brillaba fuera con intensidad y traspasaba levemente las cortinas corridas por las grandes ventanas de su camarote

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Treinta días para enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora