Capítulo 33

382 78 9
                                    


Kevin

Día 30

Desde que abrí los ojos esta mañana después de haber quedado exhausto el día de ayer, la tristeza me invadió, tanto que cuando me encontré a Anaís a mi lado y las pestañas aún húmedas y la nariz roja de las lágrimas que seguro salieron antes de que se quedara dormida, mi subconsciente me advirtió que mi historia se iba a repetir.

Besé su frente y salí para poner rumbo a Barcelona.

—Aquí López, Kevin, ¿estás ahí?

—Tanto me extrañas, amigo. Sí, aquí estoy— contesto por radio.

—No sabes cuánto.

—Pues en unas horas estaré ahí. ¿Ya compraste el champán?

—Comprado y en la nevera está.

—Hombre listo.

Suena su sonrisa por la radio—. Siempre.

Al cabo de unos segundos vuelve a comunicarse.

—Todo está preparado. Te esperamos.

—Gracias, que la vida vuelva a la normalidad— dije y corté la comunicación.

Horas después y con el segundo café, Anaís entra en el puente de mando y me abraza por detrás—, buenas tardes, cariño.

—Hola, preciosa.

Paso mi mano libre y le pido que se ponga la mando del Ángelo. La angustia que se instaló en mi pecho no desaparece.

—Gracias— dijo.

—¿Por qué me das las gracias?

—Por estos treinta días.

—En ese caso yo también tengo que agradecerte.

—Ser tu novia estos últimos días fue la mejor experiencia que jamás había vivido. Y yo que pensaba que me había enamorado antes.

—¿Ah no?

—No, me enamoré de ti, lo que sentía antes no era amor.

—Oye, nena, esto apenas empieza.

Asiente sin decir nada.

—En serio, Anaís, lo nuestro está empezando y esta travesía de treinta días solo fue el inicio de nuestra historia de amor.

—¿Nuestra historia de amor?

—¿Es que no lo crees?

—No pensé que sería una historia de amor.

—Pues lo es, ¿y sabes por qué?

Tenía intención de decirle que la amaba cuando llegáramos a tierra firme, pero dado las consecuencias.

—Porque me enamoré de ti. Me enseñaste que el amor puede llegar varias veces a nuestra vida.

—Yo... Kevin, yo vine aquí para estar contigo, para quererte sin esperar nada a cambio.

—Anaís...

—No, espera— me interrumpe—, te amo, nunca dudes de mis sentimientos, pero estos últimos tres días me di cuenta de que no merezco estar a tu lado, que nada encaja y que tú y yo somos muy diferentes.

—No sabía que éramos diferentes— ironicé—, no existe diferencia entre tú y yo.

—Sí la hay. Joder, Kevin, yo soy una simple chica llena de problemas y tú eres alguien que no merece que le dé otro dolor de cabeza. Bastante que te estropeé tus planes.

Treinta días para enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora