(Segunda entrega de la saga Parejas Impropias, la n#1 se llama Tu Reputación y el n#3 es Tu Decisión)
Laura Hamilt era tan bella como desdichada por el maltrato psicológico de su madre, quien le pedía perfección. En su afán de buscar amor, Laura cay...
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Capítulo I.
Inglaterra, West End , 1839. Época victoriana.
Las cortinas de seda, los muebles grandes, oscuros y pesados; el librero lleno de todo tipo de ejemplares, los sujetadores de libros hechos bronce adornando; el suelo y la alfombra escogida por la antigua baronesa y una hija frente a su padre.
El despacho estaba en un silencio incómodo, su padre no decía nada y ella solo deseaba pedirle una muñeca como la que tienen las gemelas O'Connell. Su padre dejó el periódico en la mesa, le permitió acercarse más al gran escritorio de madera.
—Habla de una vez— dijo con el ceño fruncido en tono fuerte sacándole un respingo.
—Pppapa qquiquiero una mumuñeca cco… — paró al notar cómo su padre se ponía de pie enfadado.
—¡Te he dicho que hables bien maldita muda!— le lanzó el periódico directo al pecho, las páginas se desperdigaron por el suelo.
—Pppe-pperdon pppapá — la niña era un manojo de nervios.
El hombre se le acercó dando zancadas, la tomó por los cabellos rubios para sacarla del despacho, le cerró la puerta en el rostro gritando lo molesta que era.
—¡Vuelve cuando puedas hablar, buena para nada!
El cabello rubio desordenado de la niña brilla por la luz de sol que entre por las ventanas, su padre nunca la escucharía. Desde muy joven comprendió que esa figura masculina que siempre se erguía rígida e imponente le odiaba, una palabra que a sus escasos cinco años comprendía mejor de lo que debería.
Laura rompió en llanto, corrió a su habitación encontrándose en el camino a su abuelo con un regalo posiblemente para Katherina bajo el brazo tratando de entrar en el cuarto de la niña, los ojos café de la rubia siguieron al señor hasta que cerró la puerta escuchando los gritos de alegría de su hermana.
—Por eso debes hacer lo que te pido— le susurró su madre tras de ella —, si haces lo que mamá te ordena, serás perfecta y todos te amarán.
—¿Tttodos?— preguntó afanosa, ¿la amarían su padre y su abuelo?
—Todos… — contestó Louise. Louise Hamilt era la nueva baronesa de la casa al morir su suegra de fiebre tifoidea hacía ya muchos años. Louise siempre fue extraña para todos y su maltratador esposo incluso le llegaba a tener miedo a sus ojos en ocasiones, ella era una mujer astuta, pero demasiado envuelta en un resentimiento que arruinaría a su familia.
Laura asintió, sabía debía esforzarse para que la amaran, para sentir algún día eso que hacía tan feliz a Katherina. Se fue a su habitación para ver por la ventana los pajaritos, amaba los pajaritos y en especial los de pecho azul, amaba que fueran tan bonitos y libres. Al día siguiente su madre llegó con la ansiada muñeca y una condición.
