Tu Error.
Yan_skyblue.Capítulo III.
El bello y pujante puerto de Bristol era el hogar del marquesado de Bristol, la familia Howard quienes por generaciones han sido los dueños del territorio prósperos y maravilloso.
Adam Howard creció rodeado de amor y mimos como el milagro que sus padres consideraban que era. Lady Felicia descubrió al poco tiempo de su matrimonio que concebir un hijo le sería doloroso y quizás imposible, en tres años ya contaba con cinco abortos que ocurrieron sin más y se llevaban consigo un pedazo del alma de la marquesa quien lloraba amargo la pérdida de sus bebés.
El primero y el cuarto ocurrieron apenas a dos meses de gestación, uno durante un paseo en los jardines de su propiedad en Bristol y el otro en la noche mientras dormía cuando despertó bañada en sangre supo todo había terminado; el segundo fue el que llegó más lejos, a los seis meses y fue el que le dejó con una profunda herida y pesadillas por las noches, ya que pudo ver lo que sería su bebé en el suelo cubierto de sangre; el tercero fue después que tomó un baño, mientras se cambiaba ayudada por la servidumbre con apenas tres meses y seis días y el quinto fue casi al cuarto mes una noche de tormenta en que decidió aferrarse a la vida perdiendo sangre anémica por todo lo que había sufrido su cuerpo en esos años. Su esposo decidió entonces convencerla de dejar de intentarlo y simplemente olvidarse del heredero o heredera porque su título era especial. La marquesa lloró su desgracia en brazos de su amado esposo, ese día sus ilusiones se rompieron, su dolor la hundió en la oscuridad y supo que aunque quisiera con todas las fuerzas de su ser madre debía abandonar ese sueño. Decidió tener suficiente, dejaría de buscar un hijo y tendría muchos otros. Lady Felicia se dedicó en cuerpo y alma a cuidar de los niños huérfanos lo más que podía ayudando a su esposo aunque ya no pudieran amarse por las noches como marido y mujer más allá de besos y caricias. Hasta que, seis años después, luego de una noche apasionada en su aniversario de bodas y varias copas de vino, el milagroso embarazo fue concebido y llevado a término felizmente a los ocho meses, un parto difícil por estar adelantado y por la condición de la madre, pero que terminó en felicidad.
Ese día Felicia amó a Adam con todo su corazón y su padre juró que lo cuidaría como un tesoro, Adam era su tesoro más preciado, su milagro de amor y la culminación de un deseo frustrado de la marquesa.
Adam creció con amor, con lujos, con algunos permisos que otros nobles no podían permitirse y por supuesto mimado. Era un buen niño, visitaba los orfanatos con su madre, iba al puerto con su padre y jugaba con el heredero al ducado Wellington cuando iba a Londres con sus padres, lo tenía todo, era feliz y su personalidad picaresca y sus chistes raros lo decían, Adam era un sol que iluminaba con su presencia, pero igualmente no pudo evitar caer en tres pecados, la arrogancia, la fanfarronería y por supuesto su error en interpretar desesperadamente encontrar el amor perfecto llevándolo hacia el extremo de la vanidad.
Las novelas románticas de su igual de romántica madre lejos de mostrarle el amor puro y desinteresado, le mostraron que las mujeres amaban a los caballeros de lengua larga, bruscos y con opiniones que no guardaban para sí mismos además de pensar que la dama perfecta debía ser como una protagonista de novela, muy fina, tímida, elegante y sobre todo hermosa, porque todas esas jóvenes que alcanzaban el amor eran hermosas y las villanas siempre eran descritas como menos agraciadas, esa arrogancia hacía que hiriera sentimientos a veces incluso sin querer.
Su superficialidad fue levemente resquebrajada cuando conoció a Lilith, una dama francesa tan bella como astuta y malvada que le mostró lo embaucadoras que podrían ser las mujeres incluso siendo hermosas, es que Lilit estuvo a punto de ser su esposa si Adam no descubría era la querida de otros tres nobles más a quienes les pedía todo tipo de lujos imaginables. De forma cruel, descubrió lo bello podía ser malvado.
Felicia e Ian suspiraron aliviados al ver al fin que su retoño de dieciocho años abandonó a la mujer embaucadora, por ella su relación se había vuelto distante, cuando todo acabó fue un alivio para la pareja.
El mar le salvó su corazón roto, el mar era su gran amor y su alegría, el mar le calmaba y le mostraba lo infinitamente pequeño que era en comparación, su sueño era navegar con su futuro amor por lugares hermosos como ella y mostrarle todo aquello que amaba.
En cuanto su corazón sanó sus ideas locas del amor se reconstruyeron aunque con más cautela y para eso estaba siempre Henry Wellyton a su lado para ayudarlo a saltar los obstáculos llamados mujeres arribistas, de esas había muchas y una en plena floración era la bella Laura Hamilt.
Ni la conocía porque no había sido presentada, solo sabía por los chismes que escuchaba de Charles Stanley y Lady Olivia madre de Henry.
Debía evitar las bellezas peligrosas para encontrar el amor en una belleza pura e inocente, porque aunque lo superficial de su amor distorsionado fue tambaleando él seguía firme en la convicción de encontrar una mujer hermosa.
—Algún día esas ideas tuyas te traerán problemas — advertía Charles.
—Es tan cabeza hueca que no entenderá a las buenas— Henry siempre era honesto en su pensar.
—¡Ustedes son mis amigos, deberían apoyarme!
—Sí sigues creyendo en esas ideas torpes, terminarás envuelto con una mujer peor que Lilith — el futuro duque odiaba a la francesa por engañar a su amigo.
—O podría encontrar al amor de mi vida.
—Sí, como la señorita Hamilt — bromeó Charles.
—Esa joven es conocida por su madre arpía, nadie en su sano juicio querría a esa mujer de suegra…
Los tres rieron divertidos, Laura en ese momento veía por la ventana de su habitación a las mariposas en las flores deseando ser libre y quizás feliz.
Continuará.
No se vayan lejos, viene el siguiente que es sobre William en unas horitas.
ESTÁS LEYENDO
Tu Error
Romance(Segunda entrega de la saga Parejas Impropias, la n#1 se llama Tu Reputación y el n#3 es Tu Decisión) Laura Hamilt era tan bella como desdichada por el maltrato psicológico de su madre, quien le pedía perfección. En su afán de buscar amor, Laura cay...