Capítulo XXXVII

1.5K 188 28
                                    

Tu Error/Yan_skyblue.

Capítulo XXXVII.

La marquesa acababa de observar a su esposo deslizar su mano por su miembro mientras gemía su nombre, totalmente absorto en lo que estaba haciendo y ella por primera vez, tuvo ganas de tocar a un hombre.

—¡Ah!— exclama el marqués al abrir los ojos y enfocar a su esposa con sus delicadas manos sosteniéndole su virilidad.

—¿Puedo?— hizo justo como lo había visto a él, hacía un rato. Sus manos subían y bajaban lentamente. Se sentía verdaderamente intrépida en ese momento tan descabellado.

—Sí — asintió con el rostro sonrojado.

Entendió, que ahora ella tenía el poder, podía ser dueña y señora de los suspiros y gemidos de su marido, eso le dio una dicha indescriptible. No era como en las ocasiones que su cuerpo fue usado por William sin tregua, era una situación en la que ella podía también gobernar sobre el placer de su esposo, ¡increíble!

Desde que comenzó a confiar en él con respecto a la intimidad, supo que aquello experimentado con William no era todo el espectro del sexo, había más colores en el tema, este por ejemplo en que podía hacer que su esposo cerrará los ojos extasiado únicamente con que ella deslizará sus manos en un ritmo primero suave y luego acelerado... ella lo estaba haciendo dichoso, lo sabía.

—Laura...— llamó Adam agitado. Nunca en sus pensamientos se le ocurrió pedirle tal locura a su esposa, pero deseaba ella lo hiciera o se volvería loco.

—Dime— contestó usando su dedo índice para hacer delicados círculos en la punta de su falo.

—Usa tu boca, por favor— pidió con las esperanzas que ella estuviera de acuerdo en hacerlo, el placer le había nublado el juicio, solo era un hombre deseoso de llegar a la cima por las caricias de la mujer que amaba.

Laura lo pensó, ¿era eso posible para una dama?, él lo había hecho cuando estuvieron en la cabaña, entonces ¿ella también podía hacerlo?... ¿y si lo hacía mal y a Adam no le gustaba?, si acaso eso no estaba bien... cabía la posibilidad de que solo lo pidiera para saber qué tanto había hecho con William y juzgarla, quizás él ya pensaba en ella como una mujer llena de sapiencia en el sexo; su cabeza se hizo un nudo, por un lado estaba la posibilidad que no lo hiciera bien y él se decepcionara y por el otro estaba el ounto en que lo hiciera bien y él la calificara de mujerzuela.

Apretó los labios asustada, ahora sentía que la idea de tocar a su esposo no era buena, estaba a punto de retirar su mano del miembro del caballero, pero él no se lo permitió.

—No pares Laura, no me dejes así — pidió con sus ojos gatunos que siempre eran seguros y fieros vueltos una súplica —, por favor.

—Se supone que las damas no hacemos estas cosas— apretó los labios de nuevo, ver a su esposo a su merced suplicando la hizo estremecerse, ya nisiquiera entendía si era bueno o malo lo que estaba aconteciendo.

—Eres una dama perfecta Laura, entonces nada más pido que mi esposa perfecta use su perfecta boca...

—Marqués, yo... no quiero que suponga mal de mí, no soy una mujer de bajos mundos...— finalmente exteriorizó aquello que la molestaba.

—De ninguna manera opinaría eso de ti— llevó la delicada mano de su marquesa a su miembro —, únicamente te pido seas descarada conmigo nada más, porque estamos casados y soy tuyo para que me toques como quieras.

—Adam— se sonrojó fuertemente.

—Ten piedad de tu esposo. Jamás podría imaginar que eres una mujer malvada Laura, por eso me casé contigo y me quiero entregar a ti— le sonrió, ella perdió su sentido del recato en ese momento. Adam se le figuraba despeinado, agitado y sudado con su pene y sus ojos suplicando por ella.

Tu ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora