(Segunda entrega de la saga Parejas Impropias, la n#1 se llama Tu Reputación y el n#3 es Tu Decisión)
Laura Hamilt era tan bella como desdichada por el maltrato psicológico de su madre, quien le pedía perfección. En su afán de buscar amor, Laura cay...
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—¿Qué es esto?— preguntó confundida.
—Mi carta de renuncia, mi señorita— Ágatha alzó la vista, sonrió mientras lágrimas empapaban su rostro.
—¿Renuncia?— se tapó la boca sintiendo que una parte de su corazón le era arrancada.
—Espero que mi señorita comprenda y no me odie— las lágrimas recorrieron sus mejillas rojas, en su voz se podía sentir la tristeza de decir ese adiós tan desgarrador.
—Ágatha — dejó la cajita musical en la mesita de té cerca a la ventana, colocó sus palmas enguantadas en los hombros temblorosos de la institutriz —, ¿cómo podría odiar a la mujer que es responsable de mi vida y mi felicidad?— derramó gruesas lágrimas, esta vez ella debía ser el sostén para quien le brindó su fuerza desde que le conoció —. Ágatha es la persona más importante en mi vida al igual que mis hermanos, mi abuelo y mi bebé… también el marqués— rio, Adam era tan importante como ellos ahora, en tan poco tiempo lo amaba tanto.
—Mi señorita…— la abrazó con todas sus fuerzas —, he amado a mi señorita como a una hija desde el día en que la vi por primera vez, anhelaba cada noche entre rezos que usted pudiera ser feliz y encontrará su lugar en el mundo.
—Gracias Ágatha — acarició el cabello oscuro de la mujer —, gracias por todo, yo también te amo como a una madre.
—¿Mi señorita es feliz?— preguntó hundiendo el rostro empapado en el hombro de la persona a quien entregó todo el amor que llevaba dentro por tantos años.
—Soy feliz…
Ambas rompieron en un llanto aún más fuerte, se abrazaron con las fuerzas de su alma, en ellas estaba plasmado el dolor de separarse de quien había sido tu mundo y tu razón de ser por tanto tiempo que los fuertes lazos se forjaron en una relación madre-hija que ni siquiera la sangre podría igualar. Ágatha amaba a Laura y Laura amaba a Ágatha, con todo el corazón, con todo su cariño y con todo el amor del universo.
—Entonces es momento que yo enfrente el pasado que dejé en pausa hace más de diez años, mi señorita.
—Lo entiendo— tenía un nudo en la garganta que no le permitía articular bien las palabras.
—No puedo seguir escondiéndome, es momento que yo también siga adelante— Ágatha se aferró al vestido de Laura. No deseaba desenterrar esas memorias tan dolorosas.
Ágatha no quería recordar sus años en Brístol correteando junto a otros niños pobres como ella, no quería recordar la confesión de su madre moribunda mientras le pedía perdón por haberla alejado de lo que realmente debió ser su vida, no quería enfrentar la muerte de la persona que le educó como a una dama y luego en el ocaso de su vida, la envió a Londres con una bolsa de dinero y una carta de recomendación… no quería remover nada de aquello y, sin embargo, debía hacerlo porque la carta de su padre llegó inevitablemente.
