Capítulo XXXII

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Capítulo XXXII.

Entre el calmo e íntimo lugar tirado en un catre en una habitación de posada, William rememora cómo se enteró de que Laura se casaría con el bufón amigo de su hermano

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Entre el calmo e íntimo lugar tirado en un catre en una habitación de posada, William rememora cómo se enteró de que Laura se casaría con el bufón amigo de su hermano. Durante la fiesta en Hampshire que el ilustre duque Wellington organizó para su ahora no tan fea esposa, Adam Howard se lo presumía a sus amistades con tanto orgullo que si William no supiera esa mujer y ese hijo eran suyos le creería sus tonterías; el abuelo de la estúpida quien era igual de estúpido le brindo toda la información que deseaba con un poquito de conversación. Sus ojos grises buscaban entre las vigas del techo una respuesta a tales afirmaciones y mucho más a lo ocurrido después. Justo al amanecer luego de tener sexo con dos mujeres de buena retaguardia rentó un carruaje rumbo a Bath para encontrarse con la insulsa que suponía podía seguir con su vida la cual se había equivocado por completo, él la traería de nuevo a su lado, porque se dio cuenta de que no le amaba, pero no desea fuera feliz con nadie, así se marchitarse ella debía seguirlo amando y viéndolo como su único amor.

En el largo recorrido desde Hampshire los horribles pensamientos del hombre no cambiaron, el arrepentimiento no tocó su alma y el duro corazón no dudó en ningún segundo volver a hacer daño a una mujer cuyo único pecado fue ser demasiado ingenua. La madre de William cuando se equivocaba de niño le decía que los errores eran normales y que reconocerlo y enmendarlos era lo mejor para ser una buena persona, pero Will aún a una tierna edad supo que él no sentía remordimiento alguno al menos en cuanto a buscar su bienestar propio dañando a los demás, Olivia no supo nunca el rostro afligido y los "Lo siento" de su hijo eran una mentira disfrazada en dirección a su propio beneficio, él conocía la hipocresía y la aplicaba cada que podía.

Para satisfacer sus ambiciones y su ego, el caballero Wellesley buscaría a Laura, le daría sus mejores disculpas disfrazadas, se la llevaría donde nadie le conociera para que así únicamente dependiera de él y se doblegara a sus abusos hasta el hartazgo, porque él no conocía los límites y mucho menos los arrepentimientos, solo las ganas inhumanas de llenar ese vacío en su pecho que le quedó a los dieciocho años por una mala mujer.

Desde que arribó a Bath se dio a la tarea de encontrar el paradero de su pequeña muñequita escondida en Flowery Park, no fue muy difícil, tampoco lo fue llegar hasta la casa de campo donde la ramera se escondía para cubrir su deshonra y ese bastardo que llevaba en el vientre. Al tener de frente el lugar no pudo evitar soltar un silbido de burla, era una propiedad enorme llena de jardines, senderos, flores y árboles por doquier; animales de granja, un riachuelo y un sol radiante iluminando todo; nunca se imaginaría a la ridícula de Laura viviendo como una noble de campo en ese lugar y lo pensó de verdad mientras como un ladrón escudriña los alrededores, hasta que la vio caminando en uno de los senderos, traía el cabello suelto iluminado por el sol haciéndolo brillar, usaba un vestido ligero y parecía contenta con una carta entre esas pequeñas manos que una vez lo tocaron con ternura. Sus entrañas ardieron, esa ninfa tonta que deseaba destruir estaba allí de nuevo para él, para ser derrumbada y llorar a sus pies, como si fuera un ser superior.

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