Capítulo IX

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Tu Error. 
Yan_skyblue. 

Capítulo IX.

Laura entró en Apsley House con sus pensamientos arremolinados, les dirigieron al salón donde se daría a cabo la reunión junto a otras damas. Casi enseguida la joven supo que no debía estar allí, pero aparentemente su madre se saltó un protocolo que quizás en lugar de ser una ventaja, resultaría contraproducente para una boda con el duque. 

—¡Bienvenidas!— la duquesa se le hizo una dama hermosa y de firmeza igualada a una estatua de mármol. Enarcó una ceja viendo a su madre al tiempo que cada dama y matrona se habitaba en su lugar. 

Trataría de ser lo menos molesta posible para la señora Wellesley o los planes de su madre se desmoronarían antes de comenzar y quienes pagarían su mal humor serían ella y Kate. 

Cuando pudo echar un vistazo al resto del salón sus ojos vieron al nuevo duque, un hombre imponente y rígido que le pareció intrigante, algo en él gritaba su expresión seria era solo por pretensiones de autocontrol y modales perfectos igual a ella; posó su vista en el otro caballero, el de los ojos intensos y coquetos, el que no apartó su atención de ella haciéndola estremecer. Laura sintió una conexión con el joven que fue presentado como William Wellesley por la duquesa casi de inmediato. Él era guapo, un hombre atractivo y joven que irradiaba jovialidad, como una polilla a la luz, Laura se sintió atraída hacia su desgracia. Tomó asiento un tanto alejada de las mujeres, sentía las miradas fugaces de William sobre ella, eso le crispó los nervios. 

El menor Wellesley era petulante y altivo, pero con un magnetismo y encantos demasiado atractivos para una damita virginal de diecinueve años, la cual, jamás había sido advertida en el modus operandi de los casanovas empedernidos como William; creía que ese atractivo hombre había posado su interés en ella porque le llamó la atención como él a ella, nada más alejado de la realidad. William nada más veía en Laura a una sosa ingenua demasiado tonta para dejarla ir, sería el objeto de su más reciente fantasía, consistía en ser el primer hombre para una mujer. 

¡Ella era perfecta!

Noble, pero de casta baja, no tenía padre y su abuelo aparentemente era indiferente a sus nietas, la madre una fiera aunque muy distraída con Henry como para notarlo a él y sobre todo, no había sido presentada aún lo que le decía no tenía experiencia en el romance por no haber sido cortejada antes. Laura se le presentaba como eso que buscas para satisfacer tus caprichos, ella lo iba a satisfacer porque la mustia se notaba estaba muerta por ser descubierta, ¿cómo lo supo?, simplemente porque ella se sonrojó con una sola sonrisa. Es que estaba tan pálida que su sonrojo era casi un farolillo en la oscuridad. 

Su madre dijo algo sobre pasear por el jardín, vio una oportunidad dorada que no dejaría escapar, no, ella sería suya hasta que su interés mermara para saltar a la siguiente flor dispuesta a darle todos sus pétalos. 

Las damas se pusieron de pie para dirigirse al jardín de la mansión junto a Henry, Laura se levantó dispuesta a seguirlas y eso hacía hasta sentir un tirón en su brazo. Su sorpresa fue tanta que tembló al notar a William aferrado a su codo con una expresión indescriptible en su rostro, algo que ella jamás imaginó detrás de eso era algo terrible, se parecería a esa euforia que sienten los que gozan de hacer sufrir a otros. 

—Quisiera que me acompañara— dijo en voz baja sin apartar los ojos del grupo que se alejaba. 

—No es apropiado su excelencia— se le notaban los nervios, aunque parte de ella se derretía por y pedirle le dijera algo lindo al oído. 

—Por favor señorita, ¿cuándo se dará una oportunidad tan propicia como este regalo de los dioses?— afianzó el agarre.

—¿Dioses?, eso es blasfemia. 

—Mi error, quise decir, regalo de Dios. Se lo pido en nombre de ese Dios.

Laura apretó los labios dubitativa, él se lo estaba pidiendo de manera educada así que...

—Lo permito, su excelencia. 

Él sonrió, le condujo por el jardín bellamente cuidado hasta una especie de anexo donde se erguía una vieja casa, Will abrió la reja con un tirón en el candado oxidado. Entraron en el lugar. 

Ella se maravilló de lo rústico que era, tan apagado y lúgubre que bien podría decirse era precioso de un modo diferente, ¿quizás como ella en su interior?

Estaba inmersa en la contemplación del sitio para prestar atención al hombre a su lado, hasta que lo sintió tomar uno de sus rizos acariciando con mansedumbre. Ella volteó para perderse en los ojos grises del caballero, él era tan apuesto que la hizo suspirar. 

—Solo deseaba decirle que es hermosa— le acarició la mejilla suavemente. 

—G-gracias su excelencia, u-usted es muy apuesto— lo dijo sin pensarlo mucho porque si lo pensaba demasiado quizás huiría de allí, entonces no viviría ese bello momento. 

—Me ha cautivado...

—Esas palabras son demasiado pronto para un par de desconocidos— se sonrojó. 

—Y aun así, me siento cautivado por usted señorita— se le acercó sin apartar sus ojos de ella. 

—No sé qué responder a tales halagos, su excelencia. 

—Únicamente diga que ha sentido lo mismo — ahora sus dedos bajaron a los labios femeninos, se notaban tan suaves que podía imaginarse siendo el primero en besarla, en tomar todo de ella.

—No puedo negarlo, aunque no debería tampoco afirmar nada— se erizó por el contacto de su mano.

—¿La volveré a ver?, quizás para entonces no seamos extraños y pueda afirmar lo que deseo. 

—Mañana por la noche será mi presentación su excelencia— podía escuchar los latidos de su acelerado corazón por la cercanía del hombre. No negaría ella también se sentía cautivada. ¿Y si dejaba la amara y ella amarlo?

—Podría dejarme algo para soportar la agonía hasta entonces.

William estuvo a punto de besarla, Laura se apartó vuelta un manojo de nervios segura que podría caer en su trato delicado y sus palabras tan bonitas, tuvo miedo aunque el miedo fue reemplazado por la valentía cuando se acercó para plantarle un tierno beso en la mejilla. William se revolvió los cabellos confundido, esperaba le dejara darle el beso en los labios o que huyera, no que regresara; ella era tan tierna que deseaba quebrarla hasta verla llorar de amor rendida a sus pies. 

Laura se precipitó a salir del anexo, él le siguió seguro de ir por buen rumbo cuidando que nadie les hubiera visto, efectivamente nadie aparte del duque les vio.

Ella caminó envuelta en sueños virginales de una señorita sin sapiencia en el amor o el engaño, iluminada por una luz de esperanzas al amor tan esquivo que jamás se le dio, mientras que él se retiró para salir a algún lado a divertirse, aprovecharía hasta mañana porque no se perdería esa presentación por nada del mundo.

Entre ellos una relación tumultuosa y desagradable nacería para pudrir un corazón antes ilusionado, hasta que alguien más entrara a su pequeño universo de dolor, pero mientras tanto Adam Howard estaba en la casa del marquesado en Londres tomando té en el jardín esperando por su amigo Henry. 

Adam ese día se reiría de ella, de Laura Hamilt, para llamarla trepadora sin conocer realmente solo era una joven manipulable y sometida.

Adam deseaba encontrar a la protagonista de su novela de romance, Laura quería desesperadamente ser amada y William, él solamente quería ver sufrir a alguien porque su cobardía no le permitía admitir deseaba golpear a su hermano mayor hasta que no pudiera reconocerlo, hasta que ya no fuera tan perfecto. 

Continuará…

Un poco tarde pero aquí estoy con capítulo nuevo!!!!

Gracias por leer, sus estrellitas y comentarios, son mi motivación. 

Nos vemos hasta el sábado 💙

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