Capítulo XXX

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Tu Error 30.
Yan_skyblue. 

Capítulo XXX

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Capítulo XXX.

Eran casi cinco hileras de ropas tendidas bajo el fuerte sol veraniego. Desde la mañana la ropa fue lavada y tendida mientras los rayos solares y el viento le secan.

—¡Es increíble!— exclama Laura con una de sus blusas cerca de su nariz —, realmente huele a…— no encontraba la palabra correcta para describir el olor tan cálido y a la vez refrescante de la prenda. 

—¿Huele al sol?— sonrió Adam contento de verla tan animada, esos días juntos se había encargado de hacerla sonreír siempre que podía. 

—¡Sí, es olor al sol!— rio divertida —, por absurdo que parezca es la única forma de llamarlo.

—¿Entonces yo tenía razón?— desde la mañana la discusión de que era imposible que la ropa secada al sol oliera precisamente a eso fue tema de una apuesta. 

El rostro de Laura se contrajo con molestia, debía admitir que él tenía razón, aunque ver su cara de victoria solo la molestaba más, Adam la irritaba tanto como felicidad le podía dar, él era la única persona en el mundo que le sacaba de sus casillas de una manera buena. 

—No estoy obligada a responder — se defendió con demasiadas ganas de molestarlo como él lo hacía siempre con ella. 

—¿Qué?, pero si apostamos que si yo tenía razón iríamos de pícnic juntos — frunció el ceño indignado, realmente deseaba hacer recuerdos maravillosos con su prometida —, no trates de hacer trampa. 

—¿Yo?, no me atrevería su excelencia, simplemente digo que aunque apostamos yo no estoy obligada a decir nada porque eso no estaba estipulado— sonrió tapando esa sonrisa tras la prenda de vestir. 

—Regálame ese pícnic Laura— pidió Adam bajando sus manos para descubrirle el rostro. 

—No es necesario hacer este tipo de cosas…— de nuevo quería construir un muro porque temía a su corazón. 

—¿Por qué no?

—Porque usted y yo…

—Yo anhelo que me veas diferente Laura — le interrumpió antes que dijera no era real lo que vivían en ese momento tan bonito. 

—¿Cómo?— preguntó mientras las aves cercanas trinan en su llamado al amor, era esa temporada del año en que hasta las aves del campo buscaban su propia historia de pareja. 

—Como yo te veo a ti— llevó una mano a su mejilla. 

Laura inmediatamente se alejó un par de pasos, debía ser cuidadosa con el resbaloso marqués o sus sentimientos podría estar en peligro de aferrarse a su irreverencia, podría ser tan fácil caer de nuevo en esa palabra prohibida que ya no la emocionaba sino que le causaba escalofríos y malos recuerdos; lastimosamente aparentemente sus sentimientos y la lección que tuvo no fueron suficiente para que comprendiera de una buena vez soñar no vale de nada. Si ella no estuviera tan lastimada y si supiera que él era sincero, podría enamorarse de Adam sin más reservas. 

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