Capítulo XXXIX

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Tu Error/Yan_skyblue.

Capítulo XXXIX.

Los días se escurrían lentamente para Laura, ni la llegada de sus suegros lograba animarla y sus celos aumentaban como una maraña que cada instante sumaba un hilo más a sus ya frustradas historias imaginarias en su cabeza.

Se paseaba frente al despacho de su esposo cuando la joven Elizabeth estaba con él, se ponía de mal humor al momento de verlos partir en el carruaje, huía la mirada de la joven y sus conversaciones eran completamente escuetas. Laura sentía que cada día sus viejos hábitos producto de la educación de su madre le consumía más profundamente, volvió a tener miedo de sí misma. Con esfuerzo logró apartar apenas los celos, sin embargo quedaba una brecha entre los dos esposos.

—Te ves famélica hija— mencionó lady Felicia preocupada por su nuera, estaba tan apagada y distante que no podía seguir ignorando el asunto esperando se resolviera entre la pareja —, podría llamar al médico.

—Estoy bien señora Howard — forzó una sonrisa. Apartó un poco las cortinas para ver a su esposo llegar con otro ramo de flores para ella. Desde que la joven Kent se comenzó a quedar en su casa, Adam le traía flores como reforzando su inclinación hacia ella; aun así no podía ser feliz.

—¿Hay algo que pueda hacer por ti?— preguntó acariciando su cabello, Laura era demasiado frágil tanto física como sentimentalmente, necesitaba mucho cariño para poder encontrar su propia fuerza.

—Solo quisiera poder— apretó los labios dubitativa —... pod...

Adam les interrumpió, entró en el salón, besó y abrazó a su esposa, le entregó las flores emocionado y saludó alegremente a su madre. Laura las recibió mostrando un sosiego que Adam interpretaba como apatía, se encaminó a otro lado con la excusa de desear buscar un jarrón para colocarlas.

Adam suspiró derrotado, Lady Felicia se le acercó para darle ánimos, ni ella misma comprendía lo que ocurría mucho menos cómo proceder, todo aquello era un lúgubre sinsentido.

—Daría lo que fuera por recuperar su sonrisa...— murmuró el caballero.

—Quizás si la joven Kent abandona la mansión...

—No— Adam negó con la cabeza —, se lo sugerí el tercer día de la llegada de la joven, pero Laura dijo que se molestaría conmigo si lo hacía e incluso se sentiría culpable de dejar a una señorita a su suerte únicamente por capricho. No deseo se culpe de nuevo por cosas así.

—¿Entonces?

—No lo sé, es decir, siempre que me reúno con la joven dejo la puerta abierta, cuando salimos lo hacemos junto a alguna empleada y jamás tardo demasiado, le traigo flores y regalos y le he demostrado que la amo... no sé qué más hacer.

—Lo siento hijo, incluso yo estoy perdida.

—Temo que...— recordó que el estado mental de Laura estuvo al borde de llevarla al suicidio no hacía demasiado tiempo, tembló ante ese pensamiento aterrador.

—Ten entereza hijo, eres su esposo, si ambos se aman, resolverán esto— le dio ánimos con toda la sinceridad de su corazón.

Adam solo pudo asentir con el pensamiento desalentador que su esposa, no lo amaba.

Tras la puerta, Elizabeth Kent escuchaba la conversación, la culpa le estaba golpeando duramente en el corazón; no tenía idea que la relación del joven Marqués estuviera tan distorsionada por su culpa, quizás si ellos no la echaban, ella debía irse de allí para ayudarles.

Se encaminó directamente a su habitación, buscó el baúl con sus pertenencias y comenzó a doblar su ropa para ponerla dentro, Laura caminaba por el pasillo con el jarrón de flores y escuchó ruidos en la habitación de la invitada, se le hizo extraño y tocó para comprobar todo estuviera bien.

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