Capítulo V

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Al día siguiente, como prometió; Ace había pasado por mí para ir al bar que él había dicho. La única con la que pude hablar fue con Isabel, quien me había alentado. Dijo que a papá no le gustaría pero que ella hablaría con él. Le conté que había hecho un amigo- que trabajaría conmigo- le gustó la idea de que tuviera un amigo. Eso me hizo sentir triste.

Cuando llegamos, el olor al café me golpeo apenas entrar. De día era una cafetería y por las noches era más un bar. Ace había dicho que luego el olor seria de alcohol. Había tres secciones de mesas y en el medio la barra con la parte de atrás llena de bebidas, donde encontraría a Ace. La sección del fondo estaba llena, era la única sección que tenía televisor; ahí se juntaban grupos de amigo a ver, generalmente, algún partido. Tomaban demasiado alcohol, asique de esa parte se encargaba un chico porque las chicas ya habían recibido varios comentarios desubicados.

Pegadas a la pared, había mesas redondas con todo un sofá en media luna, dejando solo una parte abierta, para que los clientes se deslicen. Luego había mesas comunes con sillas.

Ace me dio una camiseta azul marino, que sería mi uniforme junto con un delantal negro. Me presento a Claire que sería mi compañera, ella trabajaría en la sección de la izquierda y yo en la otra.

—Y bien... eso sería todo. — Concluyó Ace. — Trabajaras de este lado. Los servicios para clientes están allí. — Me señalo el lugar. — La barra, donde me veras sonreírte todo el tiempo. — Bromeó y me saco una sonrisa. — Claire, se encarga de aquella parte. Adam, del fondo. Tranquila. La peor hora es después de las once. Llegan muchos grupos. Si tienes algún problema con alguno que se pasa, o le das una patada en los huevos o me llamas y se la daré yo.

Lo contemple medio confusa pero asentí a todo. Me entrego una libreta.

—Coge una bandeja y empieza.

El cambio de turno con la otra chica que estaba en mi sección empezaba ahora. Joder, estaba nerviosa. Había mucha gente. No quería imaginar lo que sería después.

Con mi mejor sonrisa, comencé a atender las mesas. Las primeras mesas habían sido algo complicado, eran familias que venían a cenar con sus hijos que cambiaban a cada rato. Hamburguesa, pizza, fideos y de nuevo hamburguesa. Sus padres notaron mi pánico y se disculparon, pidiendo por sus niños su cena. Las parejas eran las peores, se ubicaban en las mesas circulares al fondo y se susurraban cosas al oído o se daban besitos y no les importaba que yo estuviera ahí.

Ace me sonreía, alentándome.

— ¿Cómo lo llevas?— me pregunta, cuando le pido dos cervezas para una mesa.

—Raro. Me duele la cara de tanto sonreír. — me masajeé las mejillas. No estaba mintiendo, me dolían los músculos de tanto sonreír.

—Y yo que te iba a decir que tenías una linda sonrisa.

—Una linda sonrisa falsa.

— ¿Me das cuatro cervezas, Ace?— le dijo la Claire, llegando a la barra. — Odio esta hora. — se queja.

—A mí me han cambiado el pedido cuatro veces.

— ¿Una familia?— asiento. — Son los peores. ¿Por qué dejar ordenar a tu hijo que sabes que no sabe leer?

Suelto una risa.

Así fue el resto de la noche, yendo y viniendo. Intercambiamos algunas palabras con Nils o Claire y volvíamos al trabajo.

Cerca de las once de la noche, habían llegado un grupo de hombres que Claire denominaba como «turista» para mi mala suerte, se habían colocado en mi sección y tuve que atenderles.

Diez letras: serendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora