— ¿Cómo?
Fruncí el ceño mientras penetraba a mi padre con la mirada.
—Lo siento, Kylie. — decía mi madre al otro lado de la línea.
Mi padre estaba sentado en la mesa en frente mío y entre nosotros estaba su teléfono en una llamada con mi madre.
—Es injusto. — sentí como mis ojos se humedecían.
—Dime que sucedió anoche y lo consideraremos.
Claro. No solo debía dejar el trabajo sino que mi padre me había castigado. Estaba encerrada en el edificio. Adiós fiestas, adiós amigos, adiós vida social. Solo podía salir del departamento para ir a la piscina del edificio. Menuda idiotez.
Claramente no había dicho nada de anoche. No había mencionado lo que en realidad pasó. Mi padre esta mañana me había levantado para hablar sobre eso y lo primero que hice fue mentir rotundamente, luego no me creyó, entonces, me quede de piedra, literalmente. No hable. Me llame al silencio. Vale, era mala mintiendo asique aquí estábamos. Me había dicho que estaba castigada de por vida y que, claro, le diría a mamá lo que sucedió. Mamá no tardo en querer hablar sobre el tema. Y ahí estábamos... mis padres en contra mío. Me habían dicho que me prohibirían irme a la universidad de Canadá. Que tenía actitudes de una niña irresponsable y que no podría apañármelas yo sola en un nuevo país. Era una total mierda. Canadá era todo lo que yo quería. Querían tenerme más cerca así podían vigilar mi comportamiento. Y si me dejaban irme a la otra universidad era porque debía ir a una universidad y era la única otra opción que había aplicado.
— ¿No hablaras?— me pregunta mi padre al otro lado de la mesa.
—No sé qué quieres que diga. —dije en un susurro. Estaba conteniendo con todas mis fuerzas las ganas de llorar.
—La verdad, Kylie.
—No hay verdad. Ya te lo dije. Estaba en el momento y lugar equivocados.
Mi padre me miro con la decepción reflejada en su rostro.
—Pues sigues castigada.
—Y despídete de Canadá. — Espeta mi madre. — Tienes suerte de que haya sido tu padre quien te encontró. Imagínate si hubiera sido alguien más. Me decepcionas Kylie, tú no eres así.
Me apresure a limpiar la lágrima que se me había caído. No iba a dejar que vieran que me habían matado con su decisión.
—Igual si no te hubieras ido, querida madre, no hubiera tenido que venir a casa de papá. Un padre que, por cierto, no está presente nunca. — la cara que puso mi papá no se podría describir.
—Siempre estuve ahí para ti, Kylie.
— ¡No, no estuviste!— exclamé. Ya estaba enfadada con todo el mundo asique porque no desquitarme un poco con cualquiera que estuviera a mi alrededor. Después de todo por venir a este pueblo de mierda, había perdido todo lo que había conseguido por mí misma. — ¿Crees realmente que verte una vez al mes era suficiente?
—Kylie...
— ¿Crees que de verdad tenía ganas de venir aquí? ¿Ver que tenías una vida perfecta con una mujer perfecta?
—Sera mejor que te calmes, Kylie...
— ¡No quiero calmarme!— explote en lágrimas. — ¡Trabajé duro para entrar en la universidad de Canadá! ¡No tienen derecho a quitarme eso!
—Tus acciones tienen consecuencias, Kylie. — dijo mi madre.
— ¡Ay, por favor!— solté una risa siniestra. — Solo quieres tenerme cerca. Nunca te gusto la idea de Canadá porque eso significa no verme en meses. Solo hacen esto para controlarme.
ESTÁS LEYENDO
Diez letras: serendipia
Novela JuvenilKylie Miller, va a pasar el verano antes de comenzar la universidad a casa de su padre en un pueblo de California. Su plan es simple: leer, dormir y estar tirada en las tumbonas de la piscina y ¡oh!... alejarse de su molesto vecino que de alguna for...