Capítulo XII

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— ¿Por qué estas armando tu maleta?— pregunta papá, apoyándose en el marco de la puerta de mi habitación y mordiendo su manzana.

No estaba armando mi maleta. Estaba desarmándola.

Anoche me había enfadado demasiado que dije que armaría las maletas y me iría a donde el viento me llevara. Claramente, no se me dio.

Carita triste.

— ¿Ya te vas?— cambio de tema.

—En un rato, sí. ¿Sabes de casualidad donde están las esposas de mi trabajo? Estaba seguro que las deje en la isla de la cocina.

Me puse roja completamente. Había olvidada que las deje en mi habitación. Sobre mi cama.

Me puse de pie rápidamente y me dirigí con parsimonia a sentarme en mi cama, preferiblemente en el costado; donde estaban las esposas. Tome el cubre cama y las tapé.

—No deberías dejarlas por la casa así como así, papá. Gato puede querer jugar con ellas.

Gato, quien estaba sobre mi cama, maúllo en protesta.

— ¿Crees que puede llegar a tirarlas?

—Es un gato. Claro que sí.

Gato maúlla.

Mi padre niega con la cabeza y mira fijamente a Gato como si el tuviera la culpa.

— ¿Harás algo hoy?

— ¿Además de trabajar?— enarco una ceja. — No lo sé. ¿Por qué?

—Isabel quería que fuéramos a almorzar con Karen y...

— ¡Oh, no!— lo interrumpí. — ¡Es el cumpleaños de Ace! ¡Lo olvide completamente!— mentira. — No podré ir. Nos juntaremos. — mentira. — Lo siento. Me gustaría ir pero... ya sabes. Es su cumpleaños. — mentira, mentira, mentira. Pongo la mejor cara que tengo de: «Mierda, como desearía ir pero que lastima que tenga un compromiso.»

Ni loca iba a pasar una cena con la persona que no voy a nombrar porque esa persona ya no existe en mi mente por lo que su nombre no es parte de mi vocabulario porque no es nadie. ¿Se entendió?

—Descuida, Kylie. — Me tranquilizo mi padre. — Iremos a comer a ese lugar mexicano que te mencione el otro día. Hay unos tacos para chuparse los dedos.

¿Tacos?

¿Alguien dijo tacos?

— ¿Ah, sí?— trate de disimular que mi boca se había hecho agua.

Joder, amo lo tacos.

—Si. Y están esos picantes que te gustan. — Mierda, papá. — Nils tampoco ira.

— ¡Estoy libre esta noche!

— ¿Cómo?— mi papá parpadea varias veces, confundido. — ¿Y Ace?

—Pff. — me golpeé la cabeza como si fuera tonta. — Que despistada que soy. — me agarre el rostro para hacerlo más creíble. — Hoy no es su cumpleaños. — y comencé a reírme.

Mi papá se ríe, nervioso.

—Ay Kylie...

— ¿A qué hora nos vamos?

—A las doce.

—Espera. — lo detuvo cuando se giró para irse. — Dijiste, Karen y...

—Oh, sí. Casi lo olvidaba.

— ¿Recuerdas los que vinieron por el cumpleaños de Isabel?

— ¿Kevin?— fruncí el ceño.

—Si exacto. Se llevaron bien esa noche, ¿no?

Diez letras: serendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora