Esto de estar castigada lo detestaba. No había nada que ya no haya hecho y que me aburriera el doble de pensar en volver a hacerlo. Hasta intente cocinar. ¡Si! Cocinar. Yo. Claire y Ace eran mi única conexión con el mundo exterior, hablábamos de cualquier cosa que me distrajera de saltar por mi balcón, que por cierto, ha permanecido cerrado porque no he querido encontrarme con cierta persona que no mencionare.
No he visto a Nils desde nuestra pelea. Bueno, a decir verdad, no fue una pelea, fui yo atacándolo. Ni siquiera sé porque dije lo que dije, ni siquiera sentía eso. No pensaba eso de él. Es como dice el dicho que cuando este herido quieres herir a alguien más para que sienta lo que tú sientes. Ya sé, claramente, es una bandera roja de alerta.
Mi padre e Isabel trabajan todo el día asique me encontraba yo sola con Gato en casa. La verdad es que podría escaparme del departamento y volver a un horario razonable antes de que mi padre llegara; la puerta principal no estaba con llave, podría hacerlo.
No sé cuántas cosas hice pero parecía que no pasaba más el tiempo. Estaba exhausta y ni siquiera había hecho nada en todo el día. Mi teléfono comenzó a vibrar en alguna zona de mi habitación pero me era más entretenido mirar el techo de mi habitación. Seguramente era Claire. No podía salir de la casa por lo que no creía que fuera nada importante. Cerré los ojos y me concentré en el silencio que ambientaba mi habitación. Di un respingo cuando sentí a Gato subirse a la cama pero mantuve los ojos cerrados. Gato comenzó a caminar por toda la cama y me rozaba con su pelaje. Me quede quieta cuando coloco su naricita en mi cara y comenzó a olfatearme. Mi teléfono volvió a vibrar y lo volví a ignorar. Mi concentración estaba en gato que me lengüeteó el rostro con su lengua áspera. Comenzó a ronronear en mi oído pero como no le preste atención empezó a maullar y pegue un salto del susto. Me gire a verlo para encontrármelo, literal, a unos centímetros de mí; maulló en mi cara.
— ¿Qué quieres, pesado?— musité.
Solo conseguí un maulló de respuesta.
Mi teléfono volvió a vibrar y Gato me lanzo un manotazo con sus garras y pegue un grito.
— ¡Por, Dios! ¡Que pesado eres!
Creo que ese gato me odiaba. Me levante de la cama en busca de mi teléfono. Seguramente era más interesante que dejar que Gato me lastimara. ¿Dónde demonios estaba? Me fije en cada mueble de mi habitación y no había nada. Fui a la cocina y tampoco estaba, aunque bueno, no creía que estuviera ahí ya que lo escuchaba vibrar en mi habitación. Volví a ella y rebusque en todas partes hasta que recordé que se me había caído de la cama y me dio vagancia recogerlo. Me agaché y lo rebusqué bajo la cama porque gato lo había empujado hacia allí y decidí dejarlo ahí.
Mire la pantalla y era un número que no identificaba. Me puse fastidiosa. Tanto esfuerzo para no ser nadie interesante.
—Como sigas llamando, llamare a la policía. — fue lo primero que dije al contestar pero una voz hablo al mismo tiempo que yo.
— ¡Por fin contestas!
Me quede muda.
— ¿Te conozco?— dije cuando sentí familiar su voz.
—Soy Clay. — mi cuerpo entero se puso en tensión porque Clay no me llamaría porque sí. Tendría algo que ver con...
— ¿Qué sucede?— dije un poco más preocupada de lo que creí.
—Necesito tu ayuda.
— ¿Qué sucede, Clay?
— ¿Tendrás un botiquín de primeros auxilios?
— ¿Un botiquín? ¿Q-que?
— ¡Rápido!
—Ya. — me levante de un salto y fui corriendo al baño para ver si había uno. Me agache para abrir el compartimiento de abajo del lavabo. ¡Bingo!
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Diez letras: serendipia
Teen FictionKylie Miller, va a pasar el verano antes de comenzar la universidad a casa de su padre en un pueblo de California. Su plan es simple: leer, dormir y estar tirada en las tumbonas de la piscina y ¡oh!... alejarse de su molesto vecino que de alguna for...