Capítulo I

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Había esperado con ansias las vacaciones de verano.

Saborear esa libertad que mi madre me había prometido al terminar mi último año de secundaria. Lo había logrado, lo hice. Por fin podía decirse que era una chica libre de la secundaria. Había acabado con buenas notas y había enviado las solicitudes a las universidades de mis sueños. Una estaba cerca de casa en San Diego. Y en un arrebate que había tenido por probar esa deseosa libertad, aplique a una de Canadá. A mamá casi le da un infarto, pero término aceptándolo; eso no quitaba el hecho de que ahora "adoraba" San Diego.

Vivía con mi madre. Mi padre y ella se habían divorciado cuando yo tenía seis años. Mi padre se había mudado a una pequeña ciudad a tres horas de donde vivía yo. A pesar de los años, nunca había querido ir a HighVille; mi padre solía venir una vez al mes o dos, si el trabajo se lo permitía. Pasábamos un fin de semana juntos. Teníamos buena relación... una rara, pero buena. Éramos extraños; no conocíamos mucho el uno del otro. Sé que vive en un condominio con su novia Isabel; y que tienen un gato llamado gato. Si, un gato llamado gato. Mi padre se había reído de la cara que había puesto cuando me lo había contado. Menuda estupidez, pensé. Pero me aclaro que el gato, en cuestión, era de la hija de una vecina que tenían quienes se habían mudado y no habían querido llevarse al gato.

En cosa de una hora, conocería a dicho gato llamado gato.

Hacia allí me dirigía ahora. De camino a HighVille. A casa de mi padre.

No por voluntad propia. Bueno... algo así. Me obligue a sacar la voluntad propia.

Mi madre había dedicado su vida a mí desde el divorcio de mi padre. Tenía un grupo de amigas pero rara vez las veía, por mí. Nunca la había oído hablar de algún otro hombre con el que quisiera estar. No le gustaban las niñeras, asique no me dejaba sola nunca. Cuando llegue a mi adolescencia, le decía que yo podía cuidar de mí; que saliera a vivir la vida. Y siempre usaba la excusa de que me amaba y quería pasar tiempo conmigo; que se quedaba en casa porque ella quería y no por obligación. Fuimos siempre muy unidas, siempre estuvimos ella y yo.

No era una persona con demasiadas amigas, de hecho no tenía una amiga. Me pase la secundaria con compañeros, no es que estaba sola. Pero fuera del instituto no nos juntábamos, apenas teníamos cosas que hablar. Ellas habían empezado a ir a discotecas, fumar y follar. Mientras que yo seguía estudiando, leyendo y pensando en la universidad. No encajaba. Y no tardaron en apartarme del grupo. Por eso irme meses a lo de mi padre, no me suponía un problema. La única a la que echaría de menos es a mi madre. Quien va a estar mejor sin mí.

El por qué decidí ir con mi papá, cosa que fue una noticia sorpresiva para todo el mundo, fue el hecho de que me metí una vez en el portátil de mi madre porque el mío se había puesto a actualizar y necesitaba desesperada termina el libro que estaba leyendo; cuando le llego un correo electrónico de sus amigas- sí, todavía usaban correo electrónico para hablar- esperando la confirmación del viaje que habían estado planeando. Se irían a una playa en México. Mi madre no había hecho comentario, ni había confirmado; yo era la razón. Era dejarme tres meses, alejarse de mi tres meses; todo el verano. No podía dejar que eso pasara. Ya había renunciado a muchas cosas por mí y no le dejaría que renunciara a este viaje por mí. Puesto que, un día mientras cenábamos viendo nuestro reality favorito, tire la notica. Que iría a pasarme le verano con papá – un papá que todavía no sabía de esa noticia-. Su reacción fue atragantarse con la comida. Luego de hablar, le dije que era justo que yo fuera por lo menos una vez antes de irme a la universidad para no volver.

Menuda dramática.

Termino aceptando la idea, de hecho me animo más de lo que había imaginado. Luego toco hablarlo con papa, quien estuvo más entusiasmado con la idea. Isabel también. Conocía a Isabel por las llamadas que había hecho con papá más de una vez.

Diez letras: serendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora