VII

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La cena estaba incómoda, con las insinuaciones de la intimidad del príncipe y la menor.

—¿Y bien? ¿Te duele, Aeysant?

—Siendo sincera sí, el maestre dijo que con el tiempo curará.

—Es imposible que eso se cure, ya lo tocaron.

—¿Por qué sería imposible qué mi pie se curé, Maris? Padre. —dijo volteando a ver al mayor quien batallaba con partir una pata de pollo. —¿Qué opinas de las especulaciones en mi contra?

—¿Hay especulaciones en tu contra, hija mía?

—Sobre Royce y yo.

—¿Qué dicen sobre Royce y tú?

—Incesto.

—¿Quién diría una barbaridad cómo esa? ¿Cómo se les ocurre? ¿Cómo se atreven?

—No veo a Aeysant con otros ojos, ni ella a mí. —aseguró Royce con incomodidad. —me pregunto... ¿Quién podría haber dicho algo cómo eso? —todas las miradas fueron a dar a Maris quien tomaba un poco de vino, ajena a la situación.

—Maris.

—Dime padre.

—¿Insinúas qué hay incesto en está familia? ¿De parte de Royce y Aeysant?

—Yo... no tengo idea de que me estén hablando.

—Por los Dioses Maris. ¿Tienes las suficientes agallas para hablar con el príncipe Aemond sobre tus rumores pero no para decirlos enfrente de todos nosotros?

—¿Estás celosa de qué haya hablado con tu prometido? —la burla en el tono de la mayor era lo suficientemente evidente como para lograr que Aeysant quisiera levantarse de su lugar y dársela de comer a Vaghar.

Aemond había mirado con su único ojo a la menor, deseoso de una reacción celosa, una reacción escandalosa, un golpe, un grito.

Aemond había mirado con su único ojo a la menor, deseoso de una reacción celosa, una reacción escandalosa, un golpe, un grito

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Lo que fuese.


Pero él quería drama.

—Eres libre de hablar con el príncipe Aemond sí así lo deseas, supongo que no hay mejor tema de conversación que mi vida. ¿No es así, Maris?

Alicent sonrió en su dirección, sí una hermana suya hubiese hecho eso con su prometido, definitivamente tendría la cabeza pegada a la mesa.

—¡Traigan al cerdo que el pollo tiene vida! —gritó Borros. —¿Desean algo más?

—¿Me puedo retirar?

—Aeysant, no has comido nada. —la preocupación de Alicent había removido la mente de la menor, la preocupación maternal. —¿Te sientes bien?

—Lo estoy, su gracia, gracias por preocuparse.

—¿Entonces?

—Deseo descansar, buenas noches. —dijo levantándose de su asiento, no quería formar una escena frente a Alicent. ¿No soportaba a Maris? Correcto, pero no quería que su educación fuese puesta en duda, no quería que Alicent, la Reina Madre pensará mal de la poca educación que pudo brindarle lady Elenda Baratheon en sus dos cortos años de vida.

Recordaba aquel día como sí hubiese sido ayer, los aposentos de la difunta lady Baratheon estaban sellados luego de intentar dar a luz a un nuevo Baratheon, había muerto desangrada en el parto, con el infante dentro de sí, las sábanas estaban rojizas, los maestres y parteras asustados, Elenda había fallecido, había dejado a una pequeña de dos años sin figura materna, a todas, pero Aeysant al ser la menor la necesitaba aún más.

Luego de aquello, su despedida había llegado, las Baratheon estaban al frente rindiendo respeto a la mujer, mientras que Aeysant estaba en los brazos de una sirvienta para después ser tomada por Royce, quien intentaba que no viese lo que sucedía, pero había mordido su dedo molesta por no dejarla ver.

Después de ese día no se volvió a hablar más del tema, lady Elenda llevaba trece inviernos muerta, Cassandra llevaba veintitrés días del nombre, Maris veintidós,  Floris veintiún al igual que Ellyn, mientras que Aeysant llevaba quince días del nombre.

El infante que no nació llevaría trece días del nombre, Aeysant no recordaba mucho, su memoria era corta, pero sí recordaba una canción de cuna, el abrazo y la calidez que sólo una madre podía generar y un vientre hinchado, que daba golpes cada que ella lo tocaba y la muerte de la mujer.

Recordaba su voz pero también sus gritos, sus gritos adoloridos, sus jadeos, sus gemidos, sus lamentos, sus lloriqueos y el silencio que de la nada había inundado el lugar.

Ahí se había enterado de la muerte de la mujer, un recuerdo imposible de recordar según los maestres, pero posible para Aeysant.

—¿Qué te sucede? —una voz ronca junto a unos grandes pasos se habían acercado a ella. —¿Por qué dejaste la cena?

—¿Importa? Deseo estar sola príncipe Aemond, retírese.

—No puedes darme órdenes, soy tu príncipe.

—¡Poco me importa lo que seas Aemond! ¡Vuelve a King's Landing y olvida todo esto! —¿Había explotado? Definitivamente sí. —¡Toma a Maris como tu esposa y deja de torturarme!

—¿Así qué todo esto es por Maris? ¿Por la ofrecida, hueca, tonta Maris? Aeysant, te he elegido como mi esposa por una razón, no voy a...

—¡Me elegiste sólo por no ceder a ir a tus asquerosos aposentos! No voy a ser tu juguete sexual, nunca. Sí deseas una dama de compañía en vez de una esposa, toma a Maris. —gruñó en la cara del mayor. —no me molestes más Targaryen.

—Espera. —pidió pero está siguió caminando. —¡Mierda Aeysant espera un momento!

—No deseo seguir con esto. —murmuró una vez que Aemond había llegado a ella. —déjame Aemond.

—¿Te acabo de encontrar y ya quieres qué te deje? Quieras o no serás mi esposa, la madre de mis herederos y una Targaryen, ya lo decidí, lo decidí desde que te vi.

—¿Y por eso quería meterme a su cama lo más pronto posible? ¿No sabe de autocontrol?

—Autocontrol es lo que he tenido desde aquella noche, dije que no tocaría a ninguna mujer, y sí lo hacía, está sería mi esposa.

—¿Estoy a tiempo de evitar ser su esposa?

—No.

—¿Pero y sí usted toca a otra mujer?

—Nada cambiará, usted será mi esposa, le guste o no.

—¿Qué pasa sí no soy fiel al matrimonio? —aquello había enfurecido a Aemond, la idea de que Aeysant fuese tomada por otro hombre, deseará a otro y gimiera el nombre de otro le hervía la sangre.

Tomó sus mejillas bruscamente acercándolas a él. ¿Qué pasaría sí la besará en ese momento y la hiciera suya después? ¿Vendría un heredero?

—Usted me será fiel como yo le seré fiel, seremos uno mismo, usted será mía y yo seré suyo. —murmuró soltando sus mejillas. —no soportaré los caprichos de una niña mimada, nos iremos mañana a primera hora a King's Landing.

—No puede hacer eso.

—¿No puedo hacer qué? —murmuró nuevamente acercándose a la menor. —puedo hacer lo que se me plazca y más, soy su príncipe, su futuro esposo y padre de sus hijos. Haré lo que quiera.

—No voy a darle herederos.

—Créame, me esforzaré para tenerlos.

𝐀𝖾𝗒𝗌α𐓣𝗍 ─ 𝐀𝖾ꭑⱺ𐓣ᑯ 𝐓α𝗋𝗀α𝗋𝗒𝖾𐓣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora