XL

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Advertencia: Intento de smut.

¿Qué es el deber al lado de la risa de tu hijo?

El pequeño niño había nacido hacía seis lunas y era la adoración de todos en el Reino.

—¿Quieres algo pequeño? —cuestionó Minerva, mirando a Aemon, pero esté parecía no prestar atención, Minerva miró hacía donde los ojos azules de Aemon miraban.

Su padre, el príncipe Aemond bajaba de Vaghar junto a un bolso grisáceo, entregándolo a los guardianes de Dragones, mientras se quitaba sus guantes y caminaba hacía ellos, se le veía afligido, lo que alertó a Minerva.

Según murmuraban, Ser Laed estaba siendo cercano a ambos, varias veces, se había visto trayendo juguetes y leones de madera al príncipe Aemon.

—Pequeño. —Aemond sonrió alzando al menor. —lady Minerva. ¿No ha visto a mi esposa?

—Príncipe Aemond, la última vez que la vi, estaba en sus aposentos.

—¿En nuestros aposentos?

—No, en sus aposentos privados. —dijo y Aemond la miró sin comprender.

—¿Disculpe?

—La última vez que la vi, después de... usted ya lo sabe, la vi en sus aposentos privados.

—¿La noticia de su embarazo no le fue dichosa o qué?

—Mi príncipe, shh.

—¿Qué hay de mal en qué todos sepan qué Aeysant está encinta otra vez? ¿Qué mi sangre está en el vientre de mi esposa?

—La princesa Aeysant...

—Aeysant tiene que comprender que no se casó ni dio un hijo a cualquier hombre. —dijo, bajando al menor, esté lo miró sin comprender. ¿Por qué su padre se veía tan furioso? —cuide de Aemon, por favor.

La mujer no logró replicar, el príncipe ya se había marchado a los interiores de la Fortaleza, furioso con su esposa.

—Que los Dioses la protejan. —murmuró Minerva, mirando como el dragón de Aemon venía hacía ellos, chocando con una rama que Aemon le había arrojado provocando que el menor riera. —por los Dioses.

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Aeysant miraba su vientre mientras Laed le contaba historias de la grandeza de su Casa.

—Y bueno, por ello, nuestra mascota es el león.

—Es una gran historia. —Aeysant murmuró, ambos estaban juntos en sus viejos aposentos mientras Alicent se encontraba junto a sus doncellas, limpiando la habitación.

—Aeysant. ¿Quieres explicar por qué mierda...

—Aemond, hijo. —Alicent sonrió. —que bueno que ya has llegado, temí que te cayeras de esa bestia.

—¿Madre? ¿Qué haces aquí?

—Ordenamos los viejos aposentos de Aeysant. —Alicent sonrió.

—¿Por qué sí dormimos en mis habitaciones?

—Tu padre pensó que sería buena idea que en, si en un futuro tenían una hija, cuando tuviese la suficiente edad, durmiese aquí.

—Mi padre parece saber que depara el futuro madre.

—Es un rey muy sabio.

—¿Podemos ser excusados, madre?

—Claro, Ser Laed, quédese por favor, necesitaremos ayuda.

𝐀𝖾𝗒𝗌α𐓣𝗍 ─ 𝐀𝖾ꭑⱺ𐓣ᑯ 𝐓α𝗋𝗀α𝗋𝗒𝖾𐓣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora