XXXI

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—¡Eso es genial princesa! Felicidades.

—Beocca... ¿Estás seguro?

—Aeysant, todo apunta a que sí, no temas, serás una gran madre.

—Yo... ¿Están seguros?

—¡Hay que avisarle a la reina!

—¡Y al príncipe!

—¡Esperen! ¿Es necesario?

—El príncipe Aemond anhela ser padre mi princesa y la reina Alicent anhela ser abuela de parte de su hijo menor, el reino estará contento, un nuevo bebé en la dinastía Targaryen.

—Felicidades Aeysant. —Beocca sonrió. —no sucederá nada.

—¿Cómo es esto posible?

—Verás, cuando una abeja ama mucho a un abejorro ellos...

—Sé como es pero... ¿Cómo es posible?

—Los Dioses han intercedido. —sonrió Minerva. —limpiaré y así llamaremos a sus majestades.

Aeysant suspiró sentándose en su cama, una vida crecía dentro suyo, el doble de responsabilidad, ya no entrenaría con Daemon. ¿Y sí perdía agilidad? ¿Y sí el bebé estaba volteado y no podía salir? ¿Y sí ella moría? ¿Y sí la abrían tal cerdo para...

—¡Aeysant! Perdona sí te asusté, es que te desconcentraste.

—Descuida...

—Llamaremos al príncipe y a la reina. —dijo Minerva sonriendo. —con su permiso princesa.

Bastaron de unos cuantos minutos para que Aemond y Alicent estuviesen en los aposentos del primer mencionado, esperando la noticia del maestre Beocca.

—Maestre Beocca, la doncella Minerva ha dicho que desea hablar con nosotros.

—Sí mi reina, quiero informarles que los Dioses nos han bendecido.

—¿Con qué?

—La princesa Aeysant está encinta.

La reina se quedó inmóvil en su lugar junto a Aemond, Aeysant miraba fijamente hacía el balcón. ¿Por qué no hablaban? ¿Por qué no decían algo?

Los ojos de Alicent se llenaron de lágrimas mientras se acercaba a la menor, abrazándola.

—Los Dioses serán y han sido tan generosos contigo mi niña, felicidades serás una gran madre. —sonrió tomando su cara entre sus manos.

Aemond no se movía de su lugar, probablemente el desear tanto un hijo y ahora tenerlo no le gustaba, mientras Alicent sonreía ante el sentimiento de ser abuela nuevamente.

—¿De cuánto está?

—Va por la primera luna de su embarazo su majestad.

—¿Cómo lo notaron?

—No tuvo su sangrado y vomitó al ver la sangre de Ser Vaemond Velaryon, además le di un té que la haría vomitar sí está encinta.

—Es una gran bendición, muchas gracias, dejemos a los esposos solos. —sonrió Alicent conduciendo junto a los otros a la puerta, cerrándola detrás de ellos.

Aeysant se mantuvo siempre en su lugar mirando fijamente hacía el balcón.

Sintió los pasos de Aemond aproximarse hacía ella y antes de que pudiese hacer algo el peliblanco la abrazó.

—Gracias mi amor. —murmuró besando sus labios, sonriendo en el beso. —gracias gracias.

Aeysant no correspondió a su beso, estaba completamente aturdida y confundida por todas las emociones. ¿Qué tenía qué sentir? ¿Felicidad? ¿Amor? ¿Emoción? ¿Miedo? ¿Miedo al parto? Eran muchas emociones en una, demasiadas sí quisiera contarlas.

𝐀𝖾𝗒𝗌α𐓣𝗍 ─ 𝐀𝖾ꭑⱺ𐓣ᑯ 𝐓α𝗋𝗀α𝗋𝗒𝖾𐓣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora