VIII

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Aeysant suspiró mirando sus sábanas, odiaba que Royce no pasará por esos dolores ni por esas molestias.

Cuanto deseaba cambiar su vulva por un miembro.

Como todas las lunas, se retorcía de dolor en su cama intentando diferentes posiciones para calmar los calambres, se ponía de pésimo humor y lloraba creyendo que la muerte de su madre había sido su culpa.

—¿Lady Aeysant?

—Laia. ¿Qué sucede? —dijo soltando un gruñido seguido de un insulto. —perdón, no tenías que oír eso.

—Descuide mi lady. ¿Desea qué llamé al príncipe Aemond?

—No, descuida.

—Pero, no se ve bien.

—Aemond nunca se ve bien.

—Hablo de usted mi lady, se le ve mal.

—Ah.

—Déjeme ayudarle. ¿Desea qué le traiga compresas con agua tibia y esencias de menta para su baño?

—Gracias Laia.

—Pediré que cambien sus sábanas.

—Descuida, yo lo haré.

—Pero...

—Nadie puede saberlo, Laia, recuerda que nadie debe saber sobre mis sangrados.

—¿Pero y sí la reina pregunta? No puedo mentirle a la reina, puede cortarme la lengua y la cabeza por mentirle y...

—Descuida Leia, estás hiperventilando.

—¿Aeysant? —dijo una tercera voz. —oh, finalmente has sangrado.

—¡Te cortaré la lengua sí dices alguna palabra!

—¿Por qué? ¡Padre! ¡AEYSANT FINALMENTE HA SANGRADO!

—Lady Maris yo...

—Usted callese.

—Tú te vas a callar maldita asquerosa. —gruñó la menor. —¿No eres inteligente?

—¡Querida! ¡Es una bendición de los Dioses! Justamente estaba hablando con mi reina de tu sangrado, los Dioses me han bendecido.

—Padre, estoy en interiores.

—Descuida Aeysant, es normal. —dijo Alicent con suavidad.

Pero a Aeysant no le importaba el haber sangrado, le daba pena estar en pijama frente a Aemond quien le sonrió burlándose de ella.

—Ya puedes desposarte con Aemond.

—¿Qué?

—Hace unos instantes hablábamos con tu padre sobre la fecha de la boda, acordamos que sería después de tu primer sangrado para que tuviesen herederos, ya pueden elegir la fecha, se acerca el vigésimo día del nombre de Aemond.

—Lo celebraremos ese día madre.

—Un acto de amor puro. —sonrió Alicent. —Aemond no soporta que haya atención para alguien más el día del festejo de su nombre.

—¿Podemos dejar de hablar de mí y dejar qué Aeysant se preparé?

—Lord Borros, lady Aeysant no puede levantarse de su cama, le duele.

—¿Lo ven? Aemond la dejó sin caminar.

—No es problema suyo lady Maris lo que yo, el príncipe Aemond haga o no haga con mi prometida. —odiaba a Maris más de lo que llegaría a querer algún día.

𝐀𝖾𝗒𝗌α𐓣𝗍 ─ 𝐀𝖾ꭑⱺ𐓣ᑯ 𝐓α𝗋𝗀α𝗋𝗒𝖾𐓣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora