Capítulo 5

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Tras el viaje de vuelta, los jugadores y el equipo técnico tenían un día libre antes de comenzar nuevamente el entrenamiento para la siguiente confrontación que se llevaría a cabo la semana siguiente en una ciudad al otro lado del país.

En cuanto el entrenador se despidió de todos, instándolos a descansar y presentarse el próximo día a la mañana, Volkov se subió el cierre de su deportivo, tomó el bolso y salió del lugar en dirección a su auto, necesitaba llegar a casa, ver el partido y pensar sobre que haría a continuación.

Estaba claro que su juego no fue el mejor y que no podía mantenerse en ese estado de estupor por mucho más tiempo, él había tomado una decisión y a no ser que estuviese dispuesto a retractarse, debía, al menos, apoyar a Horacio dentro de la cancha, y eso lo haría si se centraba en los partidos.

Atravesó la puerta de su apartamento notando el aire pesado, por lo que rápidamente abrió las ventanas, permitiendo que la brisa ingresase, chocando con su rostro.

Por un momento cerró los ojos, dejando que el aire enfríe su piel a medida que un suspiro cansado salió de él. La tensión y el estrés acumulado hacen que su cuerpo sienta la necesidad de dejarse caer en cualquier momento, como si un gran peso estuviese colocado sobre sus hombros, impidiéndole avanzar con normalidad.

Se supone que debería sentirse ligero, pero no lo hace.

Abrió los ojos, admirando la inmensidad de la ciudad en la que ha vivido por tres años. A pesar de haber transitado por varias ciudades desde que su carrera como futbolista despegase, podía decir que aquella era la que consideraba su hogar, en ella había vivido cosas inimaginables, entregándose a algo que jamás hubiera pensado, descubriendo una parte de si mismo que creía no tener.

Se alejó del alfeizar, sus pies caminaron hasta tomar asiento en uno de los taburetes de la cocina. Observó cada elemento de su alrededor, recuerdos invadían su mente, la primera vez que Horacio arribase a su casa con el pretexto de ver un encuentro deportivo, su primer beso, los momentos en los que el moreno se dejaba guiar por la música que colocaba en su móvil, las sonrisas que compartían.

Los ojos se le llenaron de lágrimas, tantos recuerdos, tantas emociones que no podía ya mantener escondidas. Durante la próxima hora se permitió desmoronarse, dar rienda suelta a la miseria que sentía en su interior, autocompadecerse y recriminarse cada una de sus decisiones y el daño que estaba causando a una de las personas que más quería en el mundo.

Por momentos, entre sollozos y espasmos que no podía controlar, su mente le instaba a abandonar ese bunker en el cual se ha introducido para protegerse y buscar en la compañía de Horacio un bálsamo para su dolor, pero no podía, la culpa le hacía detenerse cada vez que encendía la pantalla de su móvil, cada vez que su nombre aparecía en los contactos, no podía hacer eso, no cuando permitió que el peso de sus decisiones terminaran por enterrar lo que fuese su relación, no cuando el moreno tuvo la valentía de tomar una decisión por ambos.

Podría haber acudido a Greco, pero este no perdía segundo en recriminarle aquello que consideraba era lo correcto por hacer y en ese momento no estaba en las mejores condiciones para escucharle. Fue por ello, que ante toda contradicción, presionó el contacto de la única persona que podría entenderle.

- ¿Hola? – la voz grave atravesó el auricular llegando al oído de Volkov, dejándole una sensación de nostalgia, tanto por la distancia como por todos los recuerdos que mantenía junto a quien fuera su cuñado y que aún, para consideración de ambos, lo seguía siendo.

Sin importar el tiempo que pasara, ni la distancia que los separara, Nikolai era como un hermano. Después de afrontar juntos la muerte de Aleksandra, la cual les había unido más, encontró en él, alguien con quien poder desahogarse sin miedo a ser juzgado. Esperaba que esta vez también le comprendiera.

Fuera de juegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora