Aceptar que se había equivocado y darse cuenta de las consecuencias de ello eran dos cosas totalmente diferentes. Después de llegar a su casa tras aquella fiesta, Volkov había optado por borrar las palabras del moreno bebiéndose casi al completo una botella de vodka. Sabía que aquella opción no era la mejor; el alcohol no arreglaría sus problemas y al día siguiente su resaca sería inmensa, pero quería, por un momento, abstraerse, perder toda noción de sí mismo aunque eso supusiera tirar por la borda la estricta dieta que llevaba como deportista.
En algún punto de la noche, cuando sus pensamientos estaban totalmente desbordados, tomó su móvil paseando por los contactos. Un fugaz pensamiento le instó a llamar a Horacio, no obstante, lo rechazó. Ya había sobrepasado sus límites con él como para pretender que los pedazos rotos de aquello que no llegaron a construir se unieran nuevamente.
Vagó un poco más por aquellos nombres. No quería llamar a Nikolai, su cuñado ya le había advertido lo que sucedería si no se arriesgaba, y no quería decirle que efectivamente era un cobarde y que siempre seguiría siéndolo, no había actuado en el momento adecuado y ya era demasiado tarde.
A pesar de querer dejar la noche atrás, las palabras de Horacio seguían en su mente, debía avanzar, dejar atrás aquello que no podía cambiar. No importaba cuánto se martirizara con la situación; debía ser consecuente con sus actos, aceptar que no había tomado las mejores decisiones y que lo hecho, hecho estaba. No podía volver atrás en el tiempo, pero quizás había algo que podía hacer: permitiría al moreno rehacer su vida, tal como este se lo había pedido.
Con ese pensamiento, volvió a buscar entre sus contactos llamando a la mejor opción que tenía en ese momento.
— ¿Volkov? —La voz de Greco apareció casi de inmediato a través de la línea—. He escuchado que ganaron, felicidades, esto hay que celebrarlo.
El mencionado no habló de inmediato. La alegría de su amigo contrastaba con su ensombrecido estado de ánimo. Debería sentirse así de feliz por haber clasificado. ¿Acaso no era eso lo que buscaba cuando apartó a Horacio dejándolo solo?
Desde que empezó con ese deporte a corta edad, su objetivo había sido triunfar, centrarse en su carrera, ser reconocido como uno de los mejores delanteros, que su sexualidad fuese descubierta suponía perder todo aquello por lo que comenzó a jugar en primer lugar. Pero en ese momento, aquellos objetivos, que habían sido su razón de ser, parecían completamente insignificantes.
—¿Volkov, estás ahí?
La voz de su mejor amigo le sacó de sus pensamientos, centrándolo nuevamente en aquella llamada.
—Sí —respondió. Tenía aún la botella en la mano, sintió su peso al levantarla, sin embargo no bebió.
—¿Estás bien?
El delantero podría haber respondido que no, que sentía que le faltaba el aire, que cada segundo que pasaba en la soledad de su apartamento era una agonía, que quizás estaba comenzando a sentirse ansioso porque cada vez estaba más solo, que temía decir todo aquello que le sucedía. Incluso en ese momento pensaba que era una molestia para los demás. Podría haberse desahogado con quien llevaba una amistad de tantos años, no obstante, sus palabras fueron otras.
—¿Cuánto tiempo te llevará negociar con el Milanés? —cuestionó, desviando cualquier atisbo de conversación profunda que pudiesen llegar a tener.
—Eh, no lo sé. ¿Unas semanas? Quizás debamos hacer arreglos para volar hasta allí una vez acabe el campeonato y la temporada —Volkov podía oír la duda en la voz de Greco; conocía lo suficiente a su amigo para saber que aquel cambio de tema le había generado más preguntas de las que seguramente ya tenía.
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Fuera de juego
FanfictionHoracio y Volkov llegan un tiempo de relación, una relación oculta por culpa del entorno en el que se mueven, el fútbol. Pero todo se vendrá abajo cuando una persona capture un momento íntimo de la pareja. El mundo del fútbol no está preparado y ell...