Capítulo 24

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Apenas dejó aquella habitación la presión en su pecho se intensificó, lo que menos había querido era comenzar una discusión con el ex de su pareja, sobre todo, teniendo en cuenta de quien se trataba, pero no le fue posible quedarse callado no podía tolerar que estuviese allí justo frente a Horacio sin un ápice de vergüenza.

Era consciente de la posición de Volkov en la vida del moreno, como compañeros de equipo se veían casi todos los días producto, no solo de los partidos, sino de las interminables horas de entrenamiento y análisis a los que eran sometidos. Sin embargo, ver al ruso en un lugar al que solo deberían acceder personas que formen parte del círculo íntimo de este y que, sobre todo, le haya menospreciado y culpado de la situación de Horacio hacía que su temple se esfumara.

El rubio observó al hombre parado frente a él del cual no se había percatado hasta que carraspeó. Los ojos penetrantes de este le observaron a través de los cristales de sus lentes, llevaba un equipo deportivo y algún tipo de bolso de mano, las canas en su pelo permitían, a quien lo mirase, determinar que pasaba los cuarenta años.

— ¿Está todo bien? — Habló este, su mirada iba de Cris a la puerta cerrada, probablemente había escuchado la discusión.

— Si — afirmó Cris — ¿Usted es...? — cuestionó, pues el hombre no le sonaba para nada.

— Disculpe, mi nombre es Robert — dijo brindándole su mano para que este la apretara en forma de reconocimiento — soy parte del equipo médico del Olympique.

Tenía sentido, Volkov no estaba allí solo sino con un miembro más del equipo, de repente se sintió un idiota, claro que el ruso tenía derecho a estar allí si venía en representación de su equipo. Se golpeó mentalmente por su reacción a la defensiva, sintió como sus mejillas se calentaban debido a la vergüenza.

— Iré por un café — habló, queriendo escapar de allí lo antes posible — ¿quiere uno? — ofreció.

— No gracias, comprobaré con el médico la situación de Horacio y me retiraré por el día de hoy — respondió el contrario. El hombre sacó una tarjeta de su bolsillo — sé que Horacio estará en buenas manos aquí, pero si sucede algo no dude en avisarnos.

Cris tomó la tarjeta asintiendo.

— De acuerdo. Iré por ese café si no le molesta — se excusó guardando la tarjeta y comenzando a caminar por el pasillo, necesitaba respirar.

En cuanto llegó a la maquina, colocó el billete y el liquido oscuro comenzó a caer dentro del vaso descartable, cerró los ojos apoyando la frente sobre el frio metal e inspirando mientras dejaba su mente en blanco. El café era una excusa, Horacio la había utilizado para quedar a solas con Volkov y él lo había aceptado sin rechistar, quizás porque sabía que no podía competir contra él, no importaba lo hiciera, nunca podría ocupar ese lugar en el corazón de del moreno.

Comprender de forma tan abismal algo que estaba queriendo ignorar fue un golpe fuerte, durante aquellos meses creyó haberse acercado lo suficiente, quiso creer que Horacio podría comenzar a amarlo.

Que equivocado estaba.

En cuanto la maquina se detuvo abrió nuevamente sus ojos tomando el vaso para dirigirse hacia la habitación del moreno. El pasillo estaba vacío cuando llegó, la puerta entreabierta le permitía escuchar voces amortiguadas provenientes del interior.

Sopesó sus opciones, alejarse para que la privacidad de aquella conversación se mantuviera de esa manera o acercarse y escuchar a escondidas a riesgo de que lo que escuchara terminara por destruir su poca autocompasión.

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