Capítulo 3

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Mentiría si dijera que no estaba nervioso, su pierna se movía sin control y sus manos se encontraban sudadas, solo hacía falta a un solo movimiento, un solo click, y su vida cambiaría completamente, si es que no lo había hecho ya.

Hasta esa mañana, después de casi una semana en que la dichosa foto recorriera todo el internet, su nombre, junto al de Volkov, continuaban en la lista de los nombres más buscados de los últimos días y como era costumbre, los memes no se hicieron esperar. A pesar de que intentaba no ingresar a las redes sociales, estos se esparcían como si de un virus se tratara, por lo que le era casi imposible no toparse con alguno.

Los periodistas, a pesar de disminuir en cantidad, continuaban esperándole fuera de las instalaciones de entrenamiento, como buitres acechando un cuerpo moribundo, ellos aguardaban pacientemente a que Horacio, en una de sus tantas insistencias, tuviese algún desliz que le delatara. Estaba seguro que lo mismo hacían con Volkov a pesar de no poder confirmarlo con él.

Dejó salir un suspiro, no era así como se suponía que contaría su historia.

Por otra parte, y a pesar de que en ese momento prácticamente tenía muchas cosas en contra, su charla con el entrenador había ido relativamente bien, este, aún cuando no mostrarse estar de acuerdo con la decisión tomada, no puso mucha objeción mas allá de la que Gustabo le había puesto, y como su amigo, también le dijo que debía estar preparado para lo que viniese, no solo en lo que muchos podrían decir de él, sino también en la carga y presión profesional que ello implicaba.

Y a pesar de haber decidido mantener a Volkov al margen, Vera estaba al tanto de que efectivamente el segundo implicado había sido el ruso, no podía ocultarle eso a su entrenador, mucho menos si quería tener su apoyo.

- Los directivos no se han pronunciado – comentó su entrenador en aquella reunión, sabiendo que esa era una de las tantas preocupaciones de Horacio – supongo que mientras sigan recibiendo ganancias no dirán nada. Sin embargo – agregó – no debes confiarte, un solo desliz y no dudaran en sacarte de la cancha.

Horacio se mantuvo en silencio, sin duda, una vez que todo se aclarara, estaría en el ojo de la tormenta, esperando que esta le alcanzase, no estaba seguro de estar del todo preparado, pero presentaría pelea.

Era consciente de que el camino estaría lleno de espinas, la perspectiva de incertidumbre que se abría paso sobre el futuro era algo que le hacía temer, sin embargo, no daría marcha atrás, afrontaría las consecuencias de ser él mismo.

Ya había conocido la reacciones de sus compañeros, algunos, como era de esperarse, aprovecharon para hostigarle al igual que a Volkov, quien cada vez se encontraba más volátil ante las provocaciones. Otros, simplemente contemplaban los intercambios sin decir una palabra, y muy pocos intentaban defenderles.

Todo aquello le parecía algo cómico y medio irónico, solo hizo falta que los rumores sobre ser gay se esparcieran, para que aquellos que hasta el momento lo trataban como a un igual, comenzaran a darle la espalda. Se sentía en una falsa realidad donde, por un lado, se hablaba sobre los prejuicios en esta sociedad, y por el otro, se castigaba a aquellos quienes no cumplían con los estereotipos marcados por la misma sociedad. Como si ser futbolista y homosexual, o en su caso bisexual, fuera un delito o afectara su rendimiento.

Apartó su dedo del ordenador por un momento, quitando este de su regazo y levantándose del sofá, donde había estado las últimas dos horas. Caminó hasta la cocina abriendo el refrigerador para tomar una botella de agua, necesitaba beber algo antes de por fin admitir lo que muchos ya sabían y confirmar todos los rumores.

Su vista se dirigió a la ventana, estaba amaneciendo, el cielo comenzaba a adquirir tonos naranjas mientras poco a poco el sol escalaba por el horizonte. Un pensamiento fugaz pasó por su mente, ¿estaría Volkov despierto en ese momento?

Fuera de juegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora