Capítulo 11

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- Entonces te paso a buscar al mediodía y vamos a almorzar a algún lindo lugar – la figura de Gustabo se encontraba a su lado abriendo la puerta del vehículo.

El moreno descendió del auto de su amigo respirando profundamente y observando el parking de la instalación deportiva después de un tiempo sin recalar en él. Estar allí le provocaba varias contradicciones a su ser, por un lado, sentía una paz indescriptible de poder volver, aunque no fuera más que para realizar los ejercicios correspondientes de su terapia de rehabilitación, y por otro, el nerviosismo acometía sin miramientos ante la posibilidad de encontrarse de frente con alguno de sus compañeros, sobre todo, uno en particular.

A sus oídos habían llegado, gracias a Blake, los sucesos que recalaron en el vestuario tras su lesión, algo, que a pesar de no querer admitir, se venía caldeando desde aquella fatídica mañana donde, sin proponérselo, su vida dio un vuelco.

Debía admitir que se encontraba sorprendido tras escuchar sobre la reacción de Volkov y a la vez indignado porque fuera precisamente él quien reaccionara, después de todo lo que se había empeñado en apartarse de la tormenta cuando esta se encontraba en el peor momento.

- De acuerdo, pero que sea en un lugar tranquilo – pidió, sabiendo que el rubio no le permitiría escaparse.

- Si, nada de fotógrafos molestos, lo prometo – no creía que pudiera cumplir esa promesa.

El delantero ingresó a las instalaciones dirigiéndose al segundo piso donde se encontraba la gran sala de maquinas, allí comenzaría su proceso para volver a la cancha, un proceso no tan lento para mantenerlo por mucho tiempo fuera de los terrenos de juego, pero si para que tuviese el tiempo necesario para mejorar su estado anímico.

A decir verdad, no le preocupaba en demasía el aspecto físico, sabia, por experiencia, que luego de unas sesiones su hombro estaría en perfectas condiciones, era lo emocional lo que más le preocupaba.

Después de hablar con Cris sobre el asunto y la sugerencia de este de ir a un psicólogo, lo estuvo pensando con demasiado detenimiento, decidiendo que acudir a un especialista era lo mejor, por ello se había decantado el día siguiente a aquella a conversación por pedirle a Gustabo que mediara entre el club y él para poder tener a su disposición al psicólogo perteneciente a la entidad deportiva.

Estaba al comienzo del proceso, pero en las pocas veces que había acudido sentía como el peso de lo que estaba cargando iba aligerándose, poder hablar de lo que estaba pasando sin temer a ser juzgado se sentía liberador.

Dedicó las siguientes horas a realizar los ejercicios que le indicaban, aplicando más o menos presión sobre las articulaciones y musculación de su hombro, sintiendo un leve pinchazo cada vez que estos le exigían más de lo que podía dar. Su determinación era una de sus características más notorias y lo estaba demostrando en aquella sala donde solo estaban él y el fisioterapeuta encargado de supervisarle.

- Creo que estamos por hoy – dijo el hombre, separándose de la máquina unos centímetros.

- Gracias, Robert.

- Te espero mañana a la misma hora.

- Aquí estaré.

Horacio tomó la botella de agua que tenía a su lado comenzando a caminar hacia la salida, estaba seguro que Gustabo demoraría al menos una hora, por lo que esperaría a que arribase allí en la sala de recreación.

Si había algo que Horacio no esperaba, era que en la tarde alguno de sus compañeros aún estuviese allí después de la práctica, como último día libre antes de tener que subirse a un auto-car para partir al sur a enfrentarse con uno de sus rivales más poderosos, suponía que la mayoría de la plantilla aprovecharía las últimas horas para estar con sus familias o, en su defecto, realizar alguna otra actividad que no tuviese que ver con pasarse en ese lugar más de lo necesario.

A esas conclusiones había llegado antes de arribar allí, pero al parecer, la suerte no estaba de su lado.

Se detuvo en cuanto lo vio, estaba de espaldas a él, sentado en uno de los sofás con su mirada en algún punto de la pared. Sus brazos se mantenían apoyados en las piernas adquiriendo una posición inclinada, desde ahí, no podía verle, Horacio podría haberse dado la vuelta y Volkov no se daría cuenta ni siquiera de que estuvo allí, pero no lo hizo, un impulso lo llevó a avanzar silenciosamente hasta posicionarse a un lado de este.

- ¿Qué haces aquí? – preguntó. Su voz había salido como si aquellas palabras fuesen un reclamo, no lo eran.

Los ojos del ruso se apartaron de la pared y le observaron por un momento, antes de que su vista fuera apartada nuevamente, como si mirarle supusiera un esfuerzo, quizás lo era.

- No veo por qué no puedo estar aquí – respondió el contrario de forma neutra, carente de cualquier emoción que pudiese tener.

Horacio lo observó, quizás sería la primera vez que lo mirara con detenimiento desde que había decidido luchar contra todo solo, se permitió por un momento bajar las murallas que había construido exclusivamente para que Volkov no ingresara a su sistema, un bloqueo que al parecer resultaba insignificante cuando ambos estaban a solas, como ese momento.

Mirarle significaba rememorar muchas cosas, a pesar de que se había empeñado en tratarle como un compañero más, utilizando la extrema cortesía sin ir más allá en esos momentos, llegaba a su mente lo que Blake le había dicho "Volkov te ha defendido en el vestuario" ¿Qué ganaba con ello?

Abrió la boca para volver a hablar, para preguntarle justamente por aquella incógnita que vagaba por su mente, y la volvió a cerrar. No podía preguntarle, o quizás no quería hacerlo, nada de lo que Volkov pudiera decirle en ese momento cambiaba la situación en la que ambos se encontraban, las decisiones ya estaban tomadas por ambas partes.

- Espero que tengan un buen partido mañana – pronunció, ignorando el sabor amargo que le provocaba tener que fingir que aquello no le afectaba.

¿Cómo habían pasado de jurarse amor a la incomodidad de una conversación sin sentido?

- También lo espero.

La presión en su pecho amenazaba con ahogarle por lo que sin decir más nada dio media vuelta retirándose del lugar. Esperaría a Gustabo afuera.

Volkov vio como Horacio se alejó, perdiéndolo de vista en cuanto dobló hacia el pasillo, sus ojos se cristalizaron por un momento y el dolor acometió de nuevo, esa opresión en el pecho que no se iba.

Varios eran los momentos en los que se preguntaba si aquello que estaba sintiendo en esos momentos no era mayor tortura que ser descubierto frente al mundo entero. Nunca lo sabría, él ya había elegido, se había elegido.

Su teléfono comenzó a vibrar en el bolsillo unos segundos después, observó la hora en el reloj de pared que se encontraba a unos metros, habían pasado varias horas desde que el entrenamiento fue dado por finalizado y todos sus compañeros se habían marchado, todos menos él.

¿De qué serviría volver a su casa cuando se sentía tan vacía?

- Diga – habló hacia el otro lado de la línea.

- Volkov, al fin atiendes hombre, he estado intentando comunicarme contigo toda la tarde – la voz de Greco sonaba algo agitada, como si estuviese caminando mientras hablaba - ¿Dónde estás? Tenemos que hablar. 

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