El ruido de las sirenas a lo lejos, las luces centelleantes que se difuminaban, el dolor que comenzaba en su ojo derecho y se extendía por casi toda su cabeza. Parpadeó, intentando enfocar la vista, no lo logró. Sintió el sabor metálico de la sangre en sus labios, intentó moverse, una leve punzada en su lado derecho se lo impidió.
— Oye, ¿estás bien?
Aquella voz sonaba amortiguada, quiso responder, pero de su boca solo salió un quejido, no creía estarlo, todo su cuerpo le reclamaba con un fuego que se extendía en varias direcciones. Trató de moverse nuevamente antes de que el mareo le atacara con más fuerza y las náuseas hicieran acto de presencia, volvió a quejarse.
Afuera era un caos, las personas se movían de un lado al otro, podía notar el juego de luces, azules y rojas, que se mantenían encendidas en cuanto las sirenas dejaron de sonar.
— ¿Puede oírme?
Otra voz, esta un poco más profunda que la anterior, quiso responder, elevó la vista hacia la persona que le hablaba, sin embargo, no dijo nada, o tal vez sí, no estaba seguro, todo era demasiado confuso en su mente.
Después de eso, las cosas sucedieron en un borrón, abrieron la puerta y lo sacaron de allí, gritó cuando sintió el tirón de su pierna y dejó salir el aire de forma entrecortada en cuanto lo subieron a la camilla colocándole un collarín. Cerró los ojos y se dejó llevar por la oscuridad, cuando volvió a abrirlos las paredes neutras del hospital le dieron la bienvenida.
Dos días antes
Horacio sintió el móvil vibrar sobre la mesa, lo observó de reojo intentando ignorar las constantes vibraciones que este emitía, sabía de qué se trataba, la revista había salido temprano esa mañana, no estaba preparado para ver las consecuencias de ello. Durante la noche no pudo dormir, los meros recuerdos de los meses anteriores lo dejaron en vela.
Se incorporó cuando dio la décima vuelta para acomodarse, el aire se sentía frío, la luna apenas iluminaba la habitación. Se mantuvo allí, en silencio, sentado y a oscuras, observando cómo las sombras iban cambiando a medida que la luna se movía. Tomó su teléfono, había estado hablando con Cris antes de acostarse, pero no fue a su contacto a donde se dirigió sino a la galería de fotos, deslizó su dedo por la pantalla hasta detenerse en una fotografía. Dos personas miraban fijamente a la cámara, ambos sonreían como si estuviesen pasando por el momento más feliz de sus vidas, quizás lo hacían, sus manos estaban entrelazadas, detrás, podía verse partes de un departamento al que ya no iba.
Se mantuvo observando aquel recuerdo hasta que la claridad que atravesaba la ventana le indicó que estaba amaneciendo, obligándolo a asumir que un nuevo día había comenzado.
Intentó mantener su rutina, cerca de las diez tendría entrenamiento así que se preparó, como siempre lo hacía, y se subió a su vehículo para comenzar el trayecto que le llevaría al campo deportivo. Una vez llegó al parking respiró profundamente, observó otra vez el aparato sobre la guantera, tomándolo tras unos segundos de debate interno. Tenía varios mensajes, como sospechaba, y varias notificaciones de las redes sociales, ignoró estas últimas sabiendo que ver en ese momento lo que se estaría hablando de él no era recomendable, en cambio, fue a los mensajes.
El primero que abrió era de Gustabo, su amigo le comentaba que ya había visto la portada y que estaba «De puta madre», sonrió ante eso, su amigo no cambiaría nunca, incluso si aquel acto le hiciera trabajar más de la cuenta.
Conocer a Gustabo había sido un golpe de suerte, cuando todo se derrumbaba a su alrededor y su familia le había dado la espalda, el rubio, con su forma de ser despreocupada, le sugirió irse a vivir con él, incluso aunque hasta el momento solo habían sido compañeros de clase. Ni siquiera se llevaban bien.
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Fuera de juego
FanfictionHoracio y Volkov llegan un tiempo de relación, una relación oculta por culpa del entorno en el que se mueven, el fútbol. Pero todo se vendrá abajo cuando una persona capture un momento íntimo de la pareja. El mundo del fútbol no está preparado y ell...