✞ Héroe ✞

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Estabas de visita en una de las casas que estaba siendo vigilada para el caso Kira. Tú no querías estar ahí, te gustaba la independencia que habías ganado después de tanto tiempo, y ver a tu familia no era una ocasión especialmente feliz.

Desde pequeña habías sido muy rara, posiblemente tenías algún trastorno psicológico que no te permitía poder comunicarte con los demás con facilidad, y tu familia en Japón había hecho burla de este problema porque no eras tan inteligente o destacada como tus otros primos, o eso creían. Descubriste tan pronto como te independizaste y fuiste a la universidad, que en realidad eras una excelente estudiante, y aunque no lograste hacer amigos si no hasta mucho después, fue claro que tu familia había sido una mala influencia y bajado tu autoestima, incluso si ellos no lo habían hecho con la intención de lastimarte.

Pero lo que más te asustaba no era tener que regresar a una casa llena de esos malos recuerdos, sino encontrarte con el amigo de tu primo, que de adolescente había sido un bastardo pervertido y había intentado violarte en más de una ocasión, siempre salvándote por la campana, excepto por la última ocasión, en que sabías que iría a la casa a jugar videojuegos con tu primo mientras tus tíos no estaban, así que dejaste un par de objetos a la mano por si intentaba algo. No estabas equivocada. Tuviste que golpearlo en la cabeza con un florero y tu laptop, que quedó destrozada en el proceso, pero lograste escaparte de sus manos para nunca volver. Esta era la primera vez desde entonces en que te veías en la obligación de visitarlos, a causa de la muerte de tu padre, que había dejado asuntos pendientes en Japón.

Desde que comenzó a vigilarte, L había notado algo sospechoso, cuando menos extraño en tu comportamiento. Había trabajado en suficientes casos para saber que la presencia de tu familia te ponía nerviosa, pero no tenía forma de saber el motivo. No había nada en tus registros que dijera por lo que habías pasado, por lo que cuando te vio actuando peculiarmente raro ese día, no dudó en darte su completa atención desde los monitores, observando cada uno de tus movimientos mientras veías al amigo de primo entrar en la casa, saludándote con un abrazo más afectuoso de lo que era aceptable.

Corriste a tu habitación y cerraste tu puerta con seguro, tomaste la silla de tu escritorio y la pusiste contra la puerta, poniendo cosas pesadas encima para que no pudiera moverla, y después moviendo la cama atrás de ella como una precaución extra. Sabías que posiblemente la peor decisión había sido esconderte en el cuarto, pero si tu familia lo había invitado sabiendo lo que él te había hecho no pensabas que pudieras contar con ellos para defenderte si intentaba hacer algo.

De cualquier forma, con tu respiración agitada, pegaste tu oído a la puerta, escuchando si alguien se acercaba, pero lo habías hecho demasiado tarde. En cuestión de segundos, un hombre fuerte empujó la puerta logró abrirla incluso después de todo lo que habías puesto, no teniendo problema para quitarte a ti también en el proceso. El amigo de tu primo miró lo que habías hecho con una sonrisa en los labios, para él solamente estabas jugando a hacerte la difícil. Corriste a donde tenías tu pelota de beisbol autografiada, y la alzaste como amenaza si intentaba tocarte.

L miró la escena sin estar seguro de qué hacer. Era poco probable que fueras Kira, pero si él estaba en esa casa y aún no había visto las cámaras detener lo que pasaba hubiera anunciado que lo estaba vigilando, por lo que cerró los puños, frustrado, mientras veía el terror en tus ojos. 

El amigo de tu primo se acercó a ti y te tomó de la cintura con una mano a la vez en que te quitaba la pelota con la otra, asegurándose de apretar tu muñeca para que supieras que definitivamente era más fuerte que tú. Comenzaste a gritar por ayuda, escuchando los murmullos de tu familia que decían que otra vez estaban peleando, sin saber lo que sucedía en realidad. Intentaste zafarse de su agarre, pero te tapó la boca y no le importó que mordieras su mano, y eso fue todo lo que L necesitó para perder la cabeza.

Solo te había estado observando por algunos días, pero creía que eras bastante atractiva y dulce, y no iba a permitir que te hicieran nada cuando tú habías intentado evitar el conflicto a toda costa. Además, si alguien tan fuerte e independiente se asustaba tanto ante alguien así entonces debía de ser realmente peligroso. Pensó en llamar a Watari para que se hiciera cargo, o a la policía en todo caso, pero te había visto durante el suficiente tiempo como para querer hacerse cargo en persona. Para él eras el tipo de mujer con el que saldría si no se lo impidiera su trabajo y su identidad secreta, y no iba dejar que nadie te quitara la sonrisa.

El hotel donde se hospedaba estaba a solo un par de calles de la casa donde estabas, por lo que sin pensarlo dos veces decidió ir él mismo, parándose de la silla sin decir una palabra mientras Watari lo seguía y el resto del equipo solo se le quedaba viendo, pues nunca se apartaba de la computadora. Abrió la puerta de la casa, pasando a la familia de largo como si él mismo viviera ahí, dejando a Watari que explicara lo que sucedía. Abrió la puerta de tu habitación, tomó al amigo de tu primo por la camisa y lo jaló hacia atrás, dándole una patada en la barbilla para tumbarlo y dejarlo en el piso, mirándolo mientras usaba cada fibra de su ser para contenerse de darle una paliza. 

Alzó su mirada hacia tus ojos llorosos y sorprendidos, acercándose a ti para asegurarse de que no te hubiese lastimado, suspirando al ver que te encontrabas físicamente bien. Te lanzaste a sus brazos para abrazarlo, no importándote quién era o cómo se había enterado de lo que estaba pasando. Él puso una mano en tu espalda, sonriendo junto a su oreja mientras decidía que definitivamente, si sobrevivía al caso Kira, te buscaría para pedirte salir alguna vez. 

One-shot: L y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora