✞ Llamada a media noche ✞

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Esta no era ni por lejos la ocasión en que habían pasado más tiempo separados. L había tenido un caso hacía unos años en que estuvo meses sin poder verte, y aunque había sido difícil no era ni por lejos la tortura por la que estaba pasando ahora, mientras miraba por la ventana hacia los altos edificios de la ciudad, pensando en qué habías estado haciendo esos días.

Esta era una de esas ocasiones en las que estaba tan ocupado que no tenía tiempo de llamarte o responder tus mensajes, y cuando finalmente tuvo tiempo de leerlos eso solo lo hizo sentir más solo y desconsolado, viendo los mensajes que le habías escrito una y otra vez, imaginando tu voz. Sabía que por la diferencia de horario probablemente estabas dormida, pero no pudo evitarlo y llamó a tu número, escuchando el tono de marcado sonar hasta que finalmente lo mandó a buzón. Decepcionado, como su última alternativa marcó al número de su casa, donde finalmente escuchó cómo recogían el teléfono.

—¿Hola? —dijiste con la respiración agitada.

—Hola amor —suspiró él del otro lado de la línea, con un nudo en la garganta al escuchar tu voz tan cerca sabiendo que estabas tan lejos.

—L, casi me matas de un susto. Pensé que algo te había sucedido, no sueles llamar a este número ni mucho menos a esta hora —pero no contestó, permaneció en silencio con una mano en su bolsillo—. ¿Qué pasa, bebé?

—Te extraño —sollozó, ansiando un abrazo tuyo—. Solo quiero que esto termine para poder ir a casa contigo.

—Lo sé, cariño. También te extraño. Nada es lo mismo sin ti.

L sabía que las parejas solían decirse esas cosas, pero nunca había entendido cuan cierto era en realidad. De por sí sufría de insomnio, pero en esta última ocasión en que se había ido no dormía para nada, desfallecía, sintiendo esa desesperanza cada vez que abría los ojos y no te encontraba a su lado en la cama. 

No te había dicho nada, pero ya te habías percatado. Había llevado consigo la cobija que usabas para dormir. Le servía mucho cuando comenzaba estresarse y tú no estabas cerca, o cuando alguien lo hacía enfadar. Tenía impregnado tú aroma y usarla al estar trabajando le recordaba a la sensación que tenía cuando lo abrazabas.

—¿Bebé? —lo llamaste, preocupada por su silencio.

—Estoy aquí —contestó—. Solo estaba pensando.

—¿Quieres que encienda la cámara para que puedas verme? 

No dijo nada, pero tú sabías que quería. L se dirigió a su computadora, colgando el teléfono para pocos minutos después recibir tu llamada. Estabas con tu cabello despeinado, igual que cuando despertabas cada mañana, tu rostro estaba pálido y tenías bolsas bajo los ojos, pero le sonreíste con ternura y lo saludaste con un gesto en la mano, aunque tú no podías verlo por obvias razones.

Como L no decía nada, comenzaste a contarle de tu vida, riéndote al recordar el chiste que te había contado una amiga, sin darte cuenta de que él no te estaba escuchando, solo te veía. Ya no era suficiente tenerte a distancia, pero tampoco era justo pedirte que lo acompañaras a donde quiera que fuera, especialmente porque era peligroso y no podrías salir a entretenerte, aunque quisieras. 

Después de un largo rato, viste que L había prendido su micrófono para decir algo, quitando el filtro de voz de la computadora.

—Amor —soltó un gran suspiro—. Creo que después de este caso voy a tomar unas vacaciones para estar contigo.

—No tienes que hacerlo, cariño. Ya lo hemos hablado, te amo y entiendo que tengas que estar lejos de vez en cuando —al inicio de la relación habían hablado sobre su inseguridad acerca de tú dejándolo por falta de atención, pero eso no era lo que sentía en ese momento.

—No es eso —pausó unos segundos, pensando detenidamente si debía de decirlo en estas circunstancias, pero sin hallar otra alternativa—. La verdad quiero llevar nuestra relación al siguiente nivel.

Abriste los ojos con asombro. Ya vivían juntos. Tenían relaciones. Solo había una cosa a la que podía referirse, pero necesitabas estar segura.

—Cariño, acaso te refieres a-

—Quiero casarme contigo —dijo al fin—. Puedes llamarlo codependencia, pero no puedo estar sin ti. Me gustaría tomar casos que me permitieran estar en casa por un tiempo para poder estar contigo. 

—Nada me haría más feliz —sonreíste de oreja a oreja, esforzándote por contener las lágrimas.

—Pero esto no es una propuesta, no aún —aclaró. Quizá no era especialmente romántico, pero sabía que te merecías más que una pedida de mano por teléfono a la media noche—. Tengo que hablar con tus padres.

Mentía. Había hablado con ellos el mismo día que se lo presentaste. L dejó en claro que salía contigo para quedarse, y pidió a tu padre su permiso para desposarte cuando el momento llegara, en caso de que no pudiera verlo a causa del trabajo.

En realidad, estaba esperando a que Watari recogiera el anillo, que había mandado a grabar con un mensaje que había pasado meses pensando para ti. Realmente quería pasar el resto de su vida contigo, y si bien estaban perfectamente así como su relación era en la actualidad, estaba entusiasmado de poder llamarte legalmente suya, y de tener una ceremonia donde ambos se prometieran amor eterno, pues no podía imaginar un día en el que ya no pudiera amarte.

Y claro, también era la excusa perfecta para comerse un gran pastel.

One-shot: L y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora