✞ La visita mensual ✞

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Tú y L llevaban viviendo juntos por un tiempo, y te conocía mejor que nunca. El único momento en que no estabas con él abrazándolo o recostada en su regazo era cuando estabas en tus días, cuando pasabas horas recostada en cama, en cuclillas, con una mano sobre tu vientre.

Poco a poco estaba aprendiendo cómo ser un buen novio, sobre todo en esos días en que eras más sensible. Era cuando más comías dulces con él, o disfrutabas de sus caricias más de lo habitual. En esta ocasión en particular, el periodo te había pegado con más fuerza que nunca. Tenías fuertes náuseas y pasabas más tiempo del necesario en la ducha, por lo que decidió tomar un descanso del caso que estaba investigando y fue a revisar cómo te sentías.

Supo que estabas despierta porque tenías encendido el televisor, y no solías dormir con ruido de fondo. Se recostó a tu lado en la cama, sentiste su peso en el colchón, pero no tuviste la fuerza para voltearse, dándole la espalda. Se giró para poder abrazarse, acurrucándose contra tu cuerpo mientras acariciaba tu cabello, moviéndolo levemente para poder besar tu cuello y posar sus manos sobre tu vientre, acariciando tus manos.

Cerraste los ojos y suspiraste. Se sentía bien, tanto que estaba convirtiendo la sensación de dolor en otra cosa, sonrojándote mientras sentías sus labios contra tu piel, con la necesidad de besarlo. Te giraste y envolviste su cuello con tus brazos, profundizando el beso, acercándolo a ti mientras bajaba sus manos hacia tu espalda baja, resistiendo la tentación de tomarte del trasero. 

Era muy considerado cuando estabas así, y no se permitía hacerte nada a no ser que tú lo iniciaras, afortunadamente para ambos, bajaste su mano hacia su pantalón, desabrochándolo para que supiera lo que querías. Sonrió contra tu rostro, poniéndose sobre ti mientras volvía a besar tu cuello, sus manos posadas a tus costados, bajando los besos hasta llegar a tu pecho. Levantaste los brazos para que te quitara la blusa, dejándote solo en tu brasier negro, al que miró con lujuria antes de comenzar a besar tus pechos, escuchando cómo gemías. Pegó más su cuerpo al suyo, dejándote sentir su miembro, que claramente disfrutaba de la forma en que tu cuerpo se estremecía debajo del de él. 

Estabas más necesitada que otros días, por lo que bajaste tu mano hacia su miembro, mirándolo ansiosa. Él sabía que esa era la señal para que entrara en ti, pero cuando tocó el bolsillo de su pantalón, se detuvo en seco, quitándose de encima mientras se llevaba una mano a la barbilla, pensando. 

Lo olvidó, se habían acabado los condones hacía un par de días. Al parecer por esta ocasión tendrían que conformarse con caricias. Menos mal que ese día estabas

One-shot: L y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora