✞ Alguien puso algo en mi bebida ✞

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L estaba pasando por un momento difícil. Eras la única amiga que él tenía y desde que habías entrado a la adolescencia ya no le prestabas la misma atención que antes. Él lo entendía, después de todo, aunque él te prestaba atención también, no siempre te interesaban las mismas cosas que a él y pasabas tiempo con otras personas a las que sí. Sobre todo, habías estado distante porque ibas a fiestas con tus amigos, pasabas tiempo con tu grupo en el centro comercial, lo que sea que estuvieras haciendo, ya no parecías tener tiempo para él. 

No era tan egoísta como para pedirte que dejaras de hacerlo, pero tampoco iba a ir detrás de ti para ponerse en situaciones que le resultaban incómodas, ¿o sí? Extrañaba tanto pasar tiempo contigo que esa noche decidió intentar salir con algunos de los chicos con los que había crecido en el orfanato. Los que lo admiraban y no lo odiaban, claro. Quería saber qué era lo que te atraía de hacer esas cosas, y, sobre todo, quería practicar para poder unirse a tu grupo algún día sin que fuera incómodo o extraño para ti.

Habían decidido ir a un lugar tranquilo, ya que era su primera vez, y aunque había rechazado beber algo además de agua alguien lo convenció de pedirse una malteada, sin saber que tenían licor. El pobre detective bebió la cantidad de azúcar que bebía normalmente, dándose cuenta de que se encontraba en mal estado hasta que fue muy tarde. No podía concentrar sus pensamientos, y se reía de cosas que en realidad le parecían estúpidas, por lo que antes de que terminara por revelar algún secreto sobre sus casos, o peor aún, su nombre, llamó a Watari para que fuera a recogerlo lo llevase a su habitación en el orfanato. 

Se recostó un rato esperando sentirse mejor, pero el efecto no pasaba y según lo que pudo leer en las letras borrosas de su computadora estaría así por un par de horas más. Watari estaba cuidando de los otros niños en el orfanato por lo que tuvo que irse, confiando en que estaba lo suficientemente tranquilo como para poder quedarse el solo. Subestimó el lado salvaje e infantil de L.

Fue a buscarte para reclamarte por hacerlo sentir de esa manera, a fin de cuentas, había hecho eso solo por ti. Tú tampoco vivías en el orfanato desde hacía un par de años, pero sabía que te quedabas ahí de vez en cuando para ayudar a Watari y seguir en contacto con el lugar donde habías crecido. Como sea, tocó a tu puerta con la esperanza de que estuvieras en tu cuarto, pasaban de las dos de la mañana. Abriste la puerta con tus pijamas puestos, tu cabello despeinado y tu expresión confundida. Recién habías logrado empezar a dormirte y justo llegaba L a interrumpirte.

—Así que finalmente estás en casa —te dijo, pasándote de largo sin invitación, sentándose en tu cama mientras abrazaba tu almohada contra su pecho—. Tienes bastante limpio para siempre estar fuera.

—¿L? —parpadeaste lentamente, sin comprender lo que sucedía—. ¿Qué haces aquí?

—También es mi casa, ¿sabes? —se indignó.

—Me refiero a en mi habitación.

—Antes te gustaba cuando venía a tu habitación —hundió su rostro en tu almohada, oliendo tu aroma—. Oh, veo que no has cambiado de shampoo.

—¿Acaso estás ebrio? —te burlaste, pero cuando lo viste asentir entendiste que de hecho se trataba de eso—. Oh por dios, le debo 100 dólares a Near.

 —Entonces te juntas hasta con Near, ¿eh? —hizo puchero—. Soy el mejor de este orfanato. De hecho, soy uno de los hombres más brillantes del mundo, pero prefieres estar con cualquiera menos conmigo.

—¿De qué hablas? Estaba todo el maldito tiempo detrás de ti —te quedaste pensando. De hecho, tenía algo de razón, no lo habías visto últimamente. La única diferencia era que esta vez era por tu culpa y no porque L estaba de viaje en algún caso—. ¿Estás insinuando que me extrañas?

One-shot: L y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora