Capítulo 30

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La directora Blanca vivía en una enorme casa en un barrio privado a dos cuadras de la Universidad. No tardamos ni 20 minutos en llegar.

Al estar frente a la puerta Maria se volteó hacia nosotras y nos observó con ojos suplicantes. —¿Y si nos vamos por ahí y no entramos?

Me crucé de brazos. —Ni hablar. Toca el timbre que están esperando por nosotras.

Cuando Maria se disponía a replicar Rebeca pasó entre nosotras y tocó el timbre repetidas veces.

No tardaron en abrir la puerta. Frente a nosotras apareció la directora Blanca. Nos dio una sonrisita nerviosa a las tres y su mirada se situó en Maria.

—Viniste. —Dijo.

—No, esto que ves es un holograma. —Musitó la chica con ironía y le di un codazo.

—Directora... ¿Podemos entrar?

Sus ojos se posaron en mí y se percató de que seguía parada en medio del umbral impidiendo nuestro paso.

—Por supuesto, adelante. Siéntanse como en casa y recuerden que en este momento no soy la directora de la universidad.

—¿Y qué eres? —Le preguntó Maria mientras ella cerraba la puerta detrás de nosotras.

Al darse la vuelta contestó con un hilito de voz. —En estos momentos soy tu madre.

Se hizo un silencio y me vi en la obligación de aclararme la garganta. Las tres nos sentamos en el sofá y ella permaneció de pie sin saber qué hacer. Desde que la conocí me había percatado de lo imponente y segura de sí misma que era. Caminaba con la seguridad de una modelo que desfila por una pasarela. En cambio en ese momento ni siquiera su altura era imponente.

Aproveché el momento incómodo para darle un repaso a la casa. Esta tenía un estilo minimalista, con una decoración muy particular. Las paredes estaban vestidas por pinturas abstractas que para mi entender no tenían nada de lindas. Y una escalera adornada con luces opacas conducían al piso de arriba donde supuse que se encontraban las habitaciones.

—Si quieren podemos pasar a cenar. —Murmuró más para sí misma que para nosotras y sentí pena por ella.

—Por supuesto. —Respondió Rebeca. Ella estaba más empeñada en que Maria y su madre se arreglaran que la misma Maria.

—Es por aquí. —Nos pusimos de pie y la seguimos hasta el amplio comedor. En el centro una mesa de cristal lucía impoluta con cuatro servilletas. Imaginé que la directora no cenara muy seguido a solas en aquel lugar. Eso sería deprimente.

—Blanca, ¿usted vive sola aquí? —pregunté para sacar un tema de conversación.

—Sí —Respondió ella e hizo una seña a una anciana que supuse que era la criada y esta asintió. Después me siguió hablando. —Por ahora vivo sola. Ya ven lo amplia que es mi casa. A veces quisiera más compañía.

Dijo lo último observando a Maria y esta se encogió en el asiento dando a entender que le importaba poco lo que ella pensara.

—Pues búscate a alguien que llene ese vacío. —Dijo Maria con frialdad.

—No necesito a nadie, Maria. Te necesito a ti.

Maria frunció el ceño y Rebeca y yo intercambiamos una mirada fugaz. Sabíamos que nuestra amiga estaba a punto de estropearlo todo.

Gracias a una luz divina o a un chico con ojos angelicales fueron interrumpidas por el sonido de un mensaje que me llegó en ese momento.

Con una sonrisa de disculpa y de alivio por haber acabado con el momento incómodo saqué mi celular.

Buscando al chico de Wattpad.©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora