Día libre: La voz que iluminó al arcoiris

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Cuando era un niño, la gente creía que era especial por el color de sus ojos, su piel pálida y cabello rubio. Su madre solía decirle que era como si fuera un muñeco de porcelada, con esos rasgos finos, elegancia y ese talento para encantar a las personas conforme fue creciendo. Aún así, sus padres nunca se molestaron en demostrarle lo que consistía una muestra de afecto.

Empezó en el modelaje por iniciativa de su madre, quien tuvo que pausar su carrera por su embarazo, así que una vez pasado el primer año, el pequeño Dōma era la portada de revistas de moda infantil, de comerciales de marcas de pañales y shampoo. Sus progenitores no lo veían más que como una oportunidad para acrecentar su fortuna, y poco a poco las pasarelas se fueron convirtiendo en su vida, el único mundo que del que aprendió a ser hedonista.

Al cumplir 17 años recibió la noticia de que sus padres habían muerto en un accidente de avión cuando iban de regreso a ver su presentación. No sintió pena o tristeza. Se preguntaba si acaso era posible no sentir nada de emociones, todo lo que podía hacer era imitarlas. Cuando fue el funeral, veía a muchas personas llorando, otras estaban aún en estado de shock, y luego estaba él, preguntándose cómo era que debía sentirse, si alguien se acercaba a darle el pésame, ¿debería decir "gracias" o sólo asentir?

Cuando terminó su carrera en administración para hacerse cargo de la agencia de modelaje de su padre tenía 23 años. Siempre demostró tener una inteligencia abrumadora y un encanto natural, no había una persona que fuera capaz de negarle algo. Era caprichoso, egoísta y manipulador. Se regía únicamente por su propio beneficio y satisfacción, no le importaba usar a las personas como lo usaron a él, tampoco sentía remordimiento.

Tenía 27 años cuando conoció a Airi, una modelo de 21 años que recién debutaba como profesional. Al principio la veía como otra más del montón, no se molestaba en hablar con ella o tratarla directamente, si necesitaba algo, su asistente se encargaba de comunicárselo. Así que no supo en qué momento le pidió matrimonio, cómo fue que esa chica que pertenecía a lo que él consideraba "del montón" se convirtió en alguien importante para él. Poco después de su unión se enteraron de que no podían tener hijos propios, por lo que ella propuso adoptar. Al principio a él no le agradaba la idea, pero nuevamente, ahí se encontraba, llenando los formatos de adopción de dos hermanos de los que Airi se había prendado desde que los vio.

Cinco años después, Airi falleció a causa de un cáncer. Hicieron todo lo que estuvo a su alcance, sin embargo, no fue suficiente. Sintió que su vida no volvería a tener sentido, volvió a sentir el vacío de cuando era niño y su madre repetía que era su muñeco de porcelana.

—Papi, ¿necesitas un abrazo?

Airi se había ido, pero le dejó a dos pequeños niños que lo necesitaban, aunque no estaba muy seguro, creía que esa calidez que le provocaba Gyūtarō cuando jugaban a las atrapadas y escuchaba sus risas, o cuando Daki le pedía que cepillara su cabello, era lo más parecido al amor que podía conocer. Cuando fue abrazado por sus hijos, se prometió que seguiría adelante por ellos, que los cuidaría como lo había hecho hasta ahora, como Airi hubiera querido.

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Se mudó a Tokio un año después del fallecimiento de su esposa. La psicóloga de los niños le había sugerido un cambio de ambiente (no exactamente una mudanza) pero él quería, necesitaba empezar de cero.

Una noche, algunos de sus colegas lo invitaron al teatro ya que se estrenaba un musical con una actriz de la que decían, tenía una voz angelical. Daki y Gyūtarō habían hecho amigos muy rápido, así que se encontraban en casa de alguno de ellos, lo que lo mantenía tranquilo. Siendo honestos, detestaba los musicales. Le parecían igual de falsos que sus sonrisas (cuando no eran causadas por sus hijos) y creía que nadie podía ser capaz de ser tan "feliz" aunque fuese actuado. Ninguna película ha sido capaz de conmoverlo en absoluto. Pero nuevamente, ahí se encontraba, sentado en una de las butacas del teatro, vistiendo un traje elegante junto a sus amigos, los pocos que de verdad lo apreciaban.

Te quiero, sensei.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora