Quiero Ayudar

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Era la primera vez que estaba en casa desde el incidente, los profesores les habían dado permiso para faltar a las clases y como la bala no había lastimado nada importante, solo bastó con retirarla y un poco de reposo para que pudiera volver a caminar.

Subió las escaleras a paso lento no queriendo llegar al final; cuando entró en su habitación de inmediato sintió la abrumadora soledad, siempre agradeció estar por su cuenta, lo hallaba liberador y productivo. Ahora era diferente, demasiado diferente; ya lo sabía y se había preparado mentalmente para ese momento, cuando se acercó a la colorida habitación supo que no había sido suficiente.

Seguía sin entender el por qué de muchas cosas, ¿cuál era la necesidad de tener tantos peluches? Más allá de tirarse sobre ellos cuando estaba cansada, ¿o por qué tenía telas colgando del techo? Si solo las usaba para molestar cuando estaba aburrida ¿por qué tantas lámparas de colores? Con una grande sería perfecto. Y todo eso era tan Enid, que solo hacía más evidente su ausencia, llevaba un minuto ahí y ya extrañaba su voz contando alguna historia de su banda o drama favorito.

Merlina sabía lo que tenía que hacer, tenía que hablar con la directora, si no le decía nada hablaría con la policía. Pero en ese momento, no podía pensar en nada más que en su novia, su mente la imaginaba sentada en la cama extendiéndole los brazos para que juntas se recostaran y pasar el día sin hacer nada, solo existiendo en el agarre de la otra.

Se acercó a la cama y se sentó, por primera vez no quejándose del llamativo cubrelecho rosa. Esperó ahí un rato antes de acostarse, estaba frío... Claro, solo la loba era capaz de darle algo de calidez a su gélida vida. Reconoció el dolor en su pecho, era el mismo que había sentido cuando su mascota el escorpión fue aplastado; quería llorar, lo quería hacer, pero eso no solucionaría nada.

- Te encontraré... - susurró con rencor y aflicción haciéndose un ovillo entre las mantas esperando que el calor de las cobijas aliviara su desolado corazón.

...

- Señorita Addams - la sonrisa de la directora desapareció apenas vio quién había golpeado la puerta de su oficina - ¿Viene con otra de sus acusaciones? -

- ... - la peli-negra dudo un poco antes de entrar por completo y cerrar tras de ella - Usted me escuchó, ahora es mi turno - la mujer cruzó las piernas por debajo de la mesa.

- ¿Por qué tendría que contarle? -

- Por que si la inocencia que asegura resulta ser real, entonces vamos detrás del mismo objetivo -

- ¿De qué me serviría su "ayuda"? - la mayor levantó una ceja.

- Identifiqué todas las víctimas y la relación que tenían con usted, encontré la vivienda de uno de sus asociados e intercepté sus llamadas, encontré la base secreta de su investigación - la observó con seriedad - Me parece que puedo ser de utilidad -

- ¿Puedo confiar en usted? -

- No es la única tomando riesgos - la rectora sonrió complacida, le recordaba tanto a Morticia Addams, siempre tan voluntariosas.

- Bien, siéntese - así lo hizo - ¿Qué quiere saber? -

- ¿Cómo explica las evidencias? -

- Antes de eso - la mujer se inclinó sobre el escritorio entrelazando sus dedos - ¿Sabe el propósito de los ataques? -

- Lo he considerado - la peli-negra lo pensó - ¿Llegar a usted? -

- Causar pánico - la mayor negó con la cabeza - Quieren hacer creer que los excluidos son un peligro, y qué mejor forma que provocar ataques aleatorios contra inocentes - suspiró - Que todos hayan salido de una academia que busca integrar a las especies en una única sociedad generará desconfianza y los humanos querrán tomar medidas -

La Pieza Perfecta (Wenclair) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora