Epílogo

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Merlina lentamente abrió los ojos, su cuerpo dolía horrorosamente y la luz de la habitación la cegó tomándole varios segundos reconocer la persona frente a ella.

- No te muevas, aún estás muy débil - normalmente habría desafiado a quien le dijera eso, pero sabía de quien era la voz y entonces, hizo caso volviendo a bajar los párpados.

- Estás bien - fue lo primero que dijo, dejando salir un suspiro aliviado y cansado.

- Tu no... -

- Lo estaré - respondió con simpleza.

- Yo te hice esto -

- Enid - la llamó haciendo que sus miradas se encontraran - Te lo dije esa noche y te lo digo ahora, tu no tienes la culpa de nada, fueron ellos -

- ¡No lo entiendes! ¡Pude haberte matado! - exclamó con la voz rota.

- Si tuviera que morir a manos de una persona, la única que encuentro digna para acabar con mi vida eres tu, Enid Sinclair - habló con seriedad y la rubia supo el significado de sus palabras, pero aunque quisiera, la culpa en su pecho no se iba.

Pasaron unos días antes de que les dieran de alta, no eran las únicas en el hospital, pero no hubo ninguna baja entre sus amigos, Yoko volvía a estar con Divina, Ajax y el resto de sirenas también estaban de nuevo en el grupo.

Cuando por fin pudieron regresar a casa había una clara distancia entre ellas, Merlina no quería presionarla, sabía que había varias cosas que para la loba no se sentían bien, era obvio por cómo peinaba su cabello para ocultar el lado izquierdo de su cara y por el gesto que hacía cada que veía la venda en su brazo.

Sin embargo, la conversación que quedaba en aire no pudo aplazarse mucho más.

La joven Addams había tocado el chelo después de mucho tiempo, en la usual rutina para hacer dormir a la loba, se sentía tan familiar que entendió por qué cuando su novia no estaba no lo sentía como un hogar, y era por que Enid hacía que fuera uno.

Cuando se aseguró de que no estaba despierta ella misma se acostó en la cama de su habitación e intentó dormir; lo estaba consiguiendo, lentamente entraba en lo profundo de su mente hasta que un llanto llamó su atención.

Creyó que lo había imaginado, que había confundido lo real con lo imaginario. Pero nuevamente lo escuchó, esta vez más fuerte y seguido de unos suaves quejidos.

Se incorporó y vio a través del hueco en la pared como alguien entre las coloridas cobijas se removía inquieta. Miró la mesita de noche donde dedos se "encogió de hombros" así que se levantó a ver.

Enid sudaba y movía la cabeza de lado a lado en negación, pateaba las cobijas en un intento de apartarlas y gruñía entre sueños dejando ver sus afilados colmillos.

- Enid - la llamó con preocupación arrodillándose a un lado y con cuidado tomó una de las manos de la rubia, tenía las garras desplegadas, pero no le importó aún cuando la rasguñaron - Enid - repitió está vez un poco más fuerte usando su otro brazo para sacudirla suavemente - ¡Despierta! -

La rubia se sentó en la cama con la respiración acelerada y lágrimas en el borde de sus ojos, miró a la peli-negra con temor, como si no creyera que fuera real.

- ¿Estás bien? - no contestó, su mirada se dirigió a la fría mano que envolvía la suya y notó una fina línea de sangre que salía cerca a donde tenía su uña.

- Lo... Lo siento... - se disculpó apartándose rápidamente y retrayendo todas su características lobeznas.

- Estoy bien - la más baja la tranquilizó -¿Qué tienes? - volvió a intentar.

La Pieza Perfecta (Wenclair) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora