CAPÍTULO 10

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—¿Merci? ¿Sos vos? —Cerré mis manos en forma de puños. E inhalé por la nariz. Me giro rodando los ojos—. Hola. Cuánto tiempo sin que te viéramos. —Sonríe.

Dicen que desearle la muerte a alguien está mal, yo digo que me importa una mierda. Ojalá se pongan en medio de la calle y esperen a no volver a ver la luz mañana.

No levanté la vista más allá de por debajo de los rostros. Verlas me genera un gusto amargo en el paladar. Sin mencionar las muchas ganas que tengo de patearles la cara.

No me había dado cuenta hasta observarlas con atención, las tres están vestidas todo lo contrario en las partes de las piernas. Elena, quien me llamó, lleva puesto una pollera tipo militar. Alison, lleva un short azul de jean. Y Cintia, lleva un jogging gris.

¿De verdad que con el fresco que hace no tienen frío?

Está de más aclarar que ellas siempre eligen como ir en plan "vos lleva eso, vos ese otro y yo este".

Era constante escucharlas conversar sobre que ninguna debe ir igual a una de las dos o a ambas. Era un delito para ellas. Según como lo describieron.

Saliendo del tema y entrando a otro, nunca entendí, por qué si tan poco les importé, de hecho, sin importarles, ¿por qué buscan llamar mi atención? ¿Por qué me fastidian tanto? Pero como tampoco quiero respuesta prefiero evitarla, porque pensarlo me genera furor. Más ahora.

—¿Y? —pregunté sin interés, mirándolas con desagrado a las tres.

—¿Y? —repitió, en falsa sorpresa—. ¿Y no nos vas a preguntar cómo estamos? —Elena finge una sonrisa.

—No.

Elena hace un puchero.

—No seas mal educada. Ah, claro. Me olvide que tus papis no están para educarte como deben hacer —habló Cintia.

Me acerco a zancadas a ella, presionando con fuerza mi mandíbula.

—Callate —sentencié.

—Ey, tranquila. No dije nada malo, solo dije la verdad. —Alison se ríe acompañada de las otras—. Que vos, Laura y Tony son iguales de re...

Cachetazo. En serio, me intente controlar, pero esta chica me llevó al límite.

Al instante, dos personas se acercaron, estas no paraban de asistirla. A mí, además de insultarme, me tiraban miraditas juzgadoras. Y Emma apareció de repente, posicionándose a mí lado.

¿Qué hace acá?

—¡¿ESTÁS LOCA?! —vocifera, sorprendida Alison.

Emma primero me inspecciona, luego pregunta:

—¡Ce, ¿estás bien?!

—¡¿A ella le vas a preguntar, tarada?! ¡A mí me golpeó! ¡Loc...

—Te mereces más, al igual que estas dos conchudas. Las veo de nuevo, y las hago mierda a las tres —advierto ya enojada.

Damos media vuelta en dirección a mi casa. Sin embargo, no llegamos a casa. Me paré en seco, cuando me preguntó:

—¿Qué pasó? ¿Quiénes eran?

—No importa —hablé seca, con enojo. Recordé que hace media hora atrás estaba con ella—. ¿Por qué viniste?

—No me contestabas los mensajes ni las llamadas. Me pareció raro. Vine y... te encontré ahí. Contame qué pasó con esas chicas, por favor.

—Te dije que no importa —le corté en voz alta.

Por un momento, tuve el ademán de arrepentirme de haberle gritado, sin embargo, no pensaba pedirle perdón por nada, porque insiste en meterse en mi vida y es donde no va a estar jamás.

Radicalmente oportunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora