CAPÍTULO 2

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¡Dios mío! El griterío que hay. Tan acostumbrada al silencio estaba que ahora tengo acostumbrarme a lo opuesto. A ver, no es que mi anterior colegio no hayan sido ruidosos, pero este superó mis experiencias.

Emma, en este momento, entró al aula.

—Hola, Mercedes —me saluda.

—Es Cedes —le recordé con hosquedad.

—Ay, sí. Perdón, me re olvide —se disculpa. En el camino hasta su silla, dice—: Que hermosa te queda la pulsera.

Observo el objeto dorado que rodea mi muñeca. Siendo sincera, no recordé que hubiera algo ahí. Pero una cosa tan diminuta como un piojo me dice que no la quite y de manera que desconozco hice caso.

Me llegó a la mente la notificación de ayer. Le pregunté:

—¿Por qué me seguís?

—¿Qué? —preguntó con ojos abiertos como platos. Su cuerpo se plasma en el lugar como piedra.

Una risita se me escapó de entre dientes.

—Hablo de que me empezaste a seguir por Instagram. ¿Por qué? ¿Y cómo me encontraste?

Se lleva una mano al pecho. Y su cuerpo se afloja de la tensión. ¿Mi pregunta era para asustarse? No, claro. Que dramática. Pero ella también debe tener su As de drama bajo la manga.

—Uf. Jesús. Creí que creías que yo te estaba siguiendo literalmente. ¿Te molesta que te siga? —preguntó con una mueca y sus cejas alzadas. La observo. Tiene unos hermosos ojos color café que te dan ganas de quedarte a admirarlos, tanto tiempo—. Te busqué como Cedes y me apareció un usuario que decía Cece guion bajo D. Confirmé que eras vos y te seguí —explicó, finalmente.

Voy a volver a ser sincera, es la primer a vez, después de tantos años, que algo no me molesta... bueno, más o menos. Mi pregunta es: ¿hay razón para seguirme?

—¿Hay motivo para hacerlo? —le pregunté, volviendo a lo principal.

—Quise hacerlo porque... —Se queda pensando una respuesta—. No hay respuesta exacta para hacerlo, nada más quise hacerlo. ¿Te molesta que te siga?

Sin tener tiempo de responder, la palabra salió sola:

—No.

—Hola Emma —saluda una chica rubia y de tez blanca. Emma le responde con una sonrisa a boca cerrada—. Hola... —vuelve a saludar dirigiéndose a mí sin pronunciar mi nombre—. Perdón, no me acuerdo tu nombre.

—Es... —estuvo por decirle Emma.

—No te importa —le corte.

Me levanto con el paso permitido de Emma y salgo de ahí para dirigirme al baño. Mientras me alejaba escuchaba murmullos provenientes de las chicas. Lo que digan de mí me importa una mierda, para aclarar.

Ya nada me importa.

Cuando entré al baño me encontré con muchas chicas. Casi no había paso a ningún cubículo. Algunas se ríen de sus chiste estúpidos, otras se sacan fotos.

Agarro papel. Justo uno de los baños se desocupó, de soslayo visualice una chica yendo al mismo lugar que vi, así que, apresure el paso y entré. Una sonrisa victoriosa se asomó en la comisura de mis labios. Terminé de hacer lo mío y salí a lavarme las manos. Me choqué con un hombro, ni la otra persona y yo nos disculpamos. Moví de izquierda a derecha mi cabeza, mi cuello crujió.

Estaba por subir para ir a mi aula, pero una voz masculina me detuvo:

—Señorita, disculpe, pero no puede subir. Ya vamos a izar la bandera.

Radicalmente oportunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora