CAPÍTULO 6

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Y marzo ya pasó como el aleteo de un pájaro.

La amistad con Emma se fue volviendo algo como seria, u oficial, una cosa de esas. A su mamá, Karina, la conocí. Ella es más seria, directa y se lleva el papel de madre intimidante, todo lo contrario a Irina. Me recibió con la mejor onda, pero sé que no le agradé, o al menos así, personalmente, me lo pintó, y es solo un detalle no es que me importe si le agradé o no. Admito que cada vez que Emma y yo estábamos juntas ella no paraba de observarme y eso me ponía nerviosa.

Karina físicamente es pelinegra, pelo ondulado por debajo de los hombros; con musculatura pronunciada de alguien que hace ejercicios en tiempo constante. En el aspecto del vestuario, y por añadidura, su rostro serio pocas veces visto, parece alguien autoritaria. Cuando viste con ropa de casa hace mostrar a una persona tranquila, relajada, pero cuando ve o escucha algo que le desagrada ahí está ella duramente seria, cual armamento de soldado. Bien, ella es el armamento de esta familia.

Las veces que fui y Karina estaba presente fueron las mismas veces que me quise ir de lo incómoda que me ponía, a pesar de que tratara de ignorarlo. Aún me cuesta un poco llevarme con ellas, sobre todo con esta.

Y sobre Emma a veces hay algunos cruces entre nosotras, las veces que quiere saber algo sobre mí o sobre mi familia, mi más tranquilo yo se vira, se transforma, se convierte en lo peor, diría hasta que me convierto en el peor enemigo.

Camino a su edificio, ya que me invitó a tomar la merienda, recibo un llamado de mamá. Atiendo:

—¿Qué? —pregunté de mala gana.

—Hablame bien —ordenó desde el otro lado de la línea.

—¿Para qué me llamaste?

—Estamos yendo, hace la comida. Una ensalada de le... —Corté.

Es un chiste si cree que voy a hacer lo que quiera. Ahora voy a estar ocupada como para ocuparme de sus caprichos.

Volvió a llamarme varias veces. La última fue apenas llegué a la puerta del edificio.

Luego de llamar con el timbre, que Karina me contestara, había pasado un ratito que no habían abierto la puerta y me pareció raro. Y ahora más raro: Karina bajó.

—Vamos a buscar a Emma, no está. Se fue a Capital a reunirse por una charla. Creí que te había avisado.

Niego con la cabeza.

—Me dijo que venga. ¿Por qué me invitó si no está?

—Cuando la veamos preguntale.

Me guía a su auto gris. Me siento en la parte trasera.

El trayecto a Capital era largo e incómodamente silencioso, aunque hubiera música y yo estuviera viendo el paisaje desde la ventana sentía que me miraba desde el espejo retrovisor.

Pinchaba la uña del pulgar en el centro de la palma de mi mano para relajar cualquier nerviosismo, y el hecho de realizar aquello, me obligó a descubrir mis manos sudadas.

—¿Cuántos años tenés, Cedes? —me preguntó mirando al frente y al espejo retrovisor. Aparté mi vista del paisaje a ella.

Increíble, hasta les dijo como quiero que me llamen.

Su pregunta me tomó desprevenida. Ni Emma me preguntó cuántos años tengo.

A esto me refería cuando dije que Karina es más directa. No parpadea para tirar al lance.

—¿Por qué? —cuestioné.

—Curiosidad.

—Diecinueve —solté sin más.

Radicalmente oportunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora