CAPÍTULO 19

25 2 0
                                    

Todo mi mundo se sacude de un lado para el otro, todo mi cuerpo parece flotar en el aire, toda mi vida parece querer ascender por mi garganta; trago saliva acumulada en mi boca.

Creía que mi cuerpo estaba tendido en el aire, volando sobre el cielo, pero sin moverse, como si levitara.

Mi estómago se sentía caliente, como si ardiera por dentro. Era como si rasgara con la uñas del diablo, porque no es que me dañara, era como si tuviera fuego en ellas y tan solo un roce me irritara la piel y la dejara roja, mostrando mi carne.

Todo mi interior se revolvía de una manera espantosa e incómoda. Me removía para quitar aquella molestia, no resultó en absoluto. Solo que cuando creí que estaba despierta cuando no, abrí los ojos, o lo intenté porque se volvió algo difícil.

Pesaban mis párpados, los ojos me picaban, mi boca tenía un gusto rarísimo. Mi cuerpo, al yo reaccionar, pesaba mucho que apenas sí sentí que logré mover un dedo de la mano o del pie, ¡no sé cuál fue!

Costó mucho que mi vista se aclarara, hasta que vislumbré una ventana que me daba una luz insoportable, sentí que hice un mohín de desagrado y un sonido, proveniente de mi garganta seca, quejándome.

Puse una fuerza sobrehumana para poder enderezarme, sin embargo, unas manos grandes me ayudaron también. Cuando pude sentarme, pero amagué a caer de costado, las mismas manos me sostuvieron, y entonces nauseas aparecieron desde mi estómago hasta mi garganta y de ella se volvieron vómitos siendo expulsados por mi boca.

Todo pareció ir tan lento que quise morir de nuevo, aunque ni siquiera estaba segura de haber muerto y estar conociendo a Dios de una manera asquerosa. Pero si en algún momento dejé de existir en la tierra y volví, solo rezaba porque me arrastraran de nuevo, ya sea al cielo o al infierno.

No fue hasta que un escalofrío recorrió mi columna hasta la nuca y conseguir erizar mi piel cuando una mano tomó mi pelo para no mancharlo con todo el vómito. A la vez, sentía que la persona me sobaba la espalda con algún propósito indescifrable, quería burlarme por hacerlo porque no lograba nada, pero yo tampoco encontraba momento para hablar.

Yo sabía que no era así que no tomaba por malos días o por un terrible momento, no sé qué me pasó esta vez. Me pasé el límite, yo sé hasta cuando debo parar para no darme vuelta como ayer u hoy, como se diga. Porque ahora resulta que estoy en alguna parte de la tierra y con una persona extraña a mi lado ayudando a escupir mi repugnancia.

Doy asco. Todo lo que quería era pasar una noche, alucinando, solo un poco, mientras miraba las estrellas e imaginaba que se movían, todavía sabiendo que no eran estrellas fugaces. Y lo único que conseguí fue un pedo atómico totalmente alcanzable solo si te lo propones a lograr. Mi vida en este momento se resume a la película de ¿Qué pasó ayer?, siento como si hubiera aspirado el rufilín ese que Alan les dio a sus amigos. A ver, sí recuerdo un poco qué pasó pero no la mayoría, solo quiero descansar el cuerpo un momento, no quiero seguir expulsando esto.

Sin mirar más allá del balde que estaba frente a mí con toda mi vida echada ahí adentro, mi cuerpo se desmayó y mis ojos cayeron después.

No sé cuánto tiempo pudo haber pasado.

Oía de lejos mi estómago produciendo ruidos desde las entrañas, creo que maté el hígado, quemándolo de alcohol puro, y más si no me limité.

Atrajo tanta incomodidad a mí que me obligó a despertar. Caminé siguiendo el pasillo y me adentré a un cuarto que no era el baño, fui a la segunda puerta y, cuando sí tenía toda la pinta que buscaba, levanté la tapa del inodoro y metí la cabeza ahí antes de que todo saliera por los aires y aterrizara en otro lugar.

Radicalmente oportunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora