CAPÍTULO 16

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Me toqué la frente: estaba mojada y caliente, como si hubiera corrido treinta cuadras. Aunque le dije que sí, se acercó y me tocó ahí. Por demás, apoyó sus labios también para asegurarse de la temperatura.

—Estás caliente.

—Me siento bien —expresé, tranquila y con la verdad. Bueno, no sé qué tanta, porque sí me sentía rara, pero no quiero tenerlo encima mío preocupándose, sabe que odio que hagan eso.

—¿Querés que te prepare la ducha? —Huelo mi axila—. No tenés olor. Como estás transpirada creí que querrías bañarte. —Asentí, emitiendo un sonido de afirmación con la garganta—. Ahora te la preparo.

Me saco el sudor de la frente con el dorso de la mano. A ver, sí, no estoy completamente bien, siento mi cuerpo pesar.

El timbre suena de repente. A lo lejos escucho a Christian diciendo que abra porque Emma iba a venir. Desde el teléfono del portero electrónico, hablé para asegurarme de que ella sea hasta confirmarlo. El timbre vuelve a sonar. Abro. Pero sobraba algo...

—Chicas —saludé dejándolas pasar.

Cerré la puerta detrás mío.

Escuché a Emma opinar sobre su ropa que llevo puesta, aun así, no escuche qué dijo después, a causa de poner toda mi atención en su acompañante. El único adjetivo que encuentro ahora es insecto. Es un maldito insecto.

Emma abraza a su hermano en cuanto éste llegó.

—¿Corriste, Cece? —me pregunta Emma y la veo, paso rápido a Chris que entendió mi mirada de ‹‹no digas nada›› al segundo, de su parte me regañó de la misma forma; vuelvo a ella.

—No, no. Estuve haciendo cosas —respondí, normal.

—Okey. No quiero saber los detalles.

No llegué a decirle que no era lo que pensaba cuando se fue al comedor con Sofía. No tiene caso.

Christian me hizo saber tener la ducha preparada. Allá fui.

Le di la oportunidad a mis músculos de relajarse, destensarse. Disfrutar del agua caer por mi cuerpo. Pero, aunque eso estuviera ocurriendo, mi piel no estaba sintiéndose muy bien: empecé a sentir mi cara imanar calor, mis ojos los sentía arder, hasta llegar al punto de percibirlos aguarse, y no por llorar.

Masajeé mi rostro. Entré en un pequeño estado de estupefacción ante mi temperatura. Decidí salir de la ducha. Si esto no funciona no tiene sentido seguir bañándome. Me marché a cambiarme.

En lo que camino al comedor, los mareos retoman la partida de lograr cansarme. Me acomodo antes de llegar al comedor.

—¿Todo bien? —preguntó Emma extrañada, y asentí—. Es que estás rara. ¿No la ves rara? —le pregunta al hermano.

No le doy tiempo a hablar—: Estoy bien —sentencié, seca y harta de su interrogatorio—. ¿Salimos a caminar? —cambié el tema de conversación. Se miran entre ellos, como comunicándose telepáticamente—. Guau, que respuesta. ¿Quieren o no? Si quieren, vamos ahora, si no, voy sola, no hay problema.

Los Miller se ponen de pie. Sofía, en todo caso, no tuvo elección.

No dejé de sentirme rara en toda la caminata, ni siquiera desde que salimos del departamento. Había optado bajar por las escaleras, entonces Christian supo que me pasaba algo raro, y es cuando él bajó conmigo. No mencionó nada desde que salimos.

Sentí su mano sobre la mía. Justo ahora sentí clavarme las uñas.

—¿Qué te pasa? Estás rara desde que te levantaste. —Negué con la cabeza—. ¿Y por qué te lastimas?

Radicalmente oportunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora